lunes, enero 30, 2006

= La Ronda de los Perezosos =


El soundtrack de tu vida fue: Guided by Voices - The Best of Jill Hives (The Best of Jill Hives Cd-Single, 2004).

Esta foto es de la autoría de este señor, la cual he tomado sin su consentimiento y con mucha devoción; pórtense bien, coman sus frutilupis y puede que algún día sean como él.

Querido diario:

El otro día fui a dar una clase de html allá por el sur, y como me quedaba de paso le dí una repasada al catálogo de ComiCastle, nomás por el gusto de llegar 0 .0034 min. antes del cierre.

Venía engolosinado con mi botín y tan contento que decidí que iba a dejar descansar al metro por ese día, asi que tomé el camión que me dejó en Insurgentes para abordar el mítico Metrobus, ahí por la estación Félix Cuevas. Eso, y traía antojo de comer en el Mr. Kelly´s que está en contra esquina del Sixties.

Venía sentado en la hilera de la derecha, aqui repasando alguna obscura referencia musical que escuché el otro día en su versión original, mientras el individuo sentado a mi izquierda venía pasándole lista a las aplicaciones de sus gadgets: primero se entretuvo con algún juego de su celular, después se puso a revisar sus citas con su palm y se siguió con -equis- juego que traía instalado.

Suele suceder que en los viajes sin contratiempos, al principio de las jornadas o al final de estas, con o sin hambre, con o sin la espalda sobajada por su empleador, la gente que no tiene en las manos con qué distraerse viene quedándose jetona.

El curioso movimiento de la cabeza de un jetón varía según el movimiento del transporte colectivo, el nivel de tensión, la complexión y puede que hasta los cargos de conciencia intervengan en su vaivén.

La tenue luz del metrobús, el sonido que hace el motor del vehículo que avanza impunemente por su carril dedicado, el olor a colonia Brutt del sujeto que se colgaba de uno de los tubos, como si este lo librara de la pesadumbre de su existencia, la música que se escapaba por entre los audífonos de la señorita enchamarrada con su peinado de antenas de cucaracha y su portafolios barato, todo mi entorno me mantenía extrañamente entretenido.

La canción de Coldplay de la señorita cucaracha finalmente se desbordó del foami en sus orejas, el tema Clocks sonaba hueco pero potente, los cabeceos de los pasajeros cobraban ritmo, parecían reverenciar los acordes del piano, la luz del transporte se iba diluyendo, permitiendo al as luces de la ciudad brillar en todo su explendor: los amarillos y los rojos se reflejaban en los rostros del pasaje, el individuo con aroma de Brutt se fue volviendo transparente, hasta adquirir la apariencia de la gelatina de limón.

Podía ver con toda claridad, entre sus intestinos, la torta de pierna con piña que seguramente se había cenado antes de abordar en la estación que se subió. Ésta se iba deslizando lentamente hacia abajo, seducida por la gravedad: la consistencia del individuo iba disminuyendo, hecho fehaciente por el lento escurrir de la torta y por cómo sus formas se colgaban del tubo pasamanos, mientras sus dedos perdían forma y se figuraba un cuajo que se aferraba al metal.

Era inminente el punto de quiebre: la materia verde transparente finalmente atravesó al pasamanos, el pasajero se convirtió en una masa sin soporte ni resistencia que cayó violentamente contra el piso, el cual terminó de minar su resistencia y le hizo líquido en el momento del impacto. Apenada, la mancha se deslizaba tratando de llegar a la puerta: qué vergüenza, hacerse bebida refrescante enfrente de todo el mundo.

El individuo de la Palm lamía incontrolablemente la pantalla táctil, la cual le prodigaba besos luminosos. Vino el éxtasis, el mono comenzaba a convertirse en pixeles, mientras su aparato lo absorbía dentro de su sistema operativo. Como traía puesto su cinturón de hebilla metálica, la PDA lo escupió violentamente. Desesperado, comenzó a desabrochar su cinto, pero era demasiado tarde: el aparato se había apagado, y no hubo poder humano que lo volviera a encender.

María Daniela patinaba en el corredor: las ruedas corrían por el piso, avanzando por el enorme pasillo hasta la parte frontal donde la espera una enorme almohada color mamey: se zambullía y tomaba vuelo, para lanzarse de regreso. A menudo me pregunto si no le picará la piel bajo esos calentadores. Le pedí amablemente que cantara Abismo, pero se limitó a tomar su micrófono oficial de Juguemos a Cantar y entonó el cover de Daniela Romo. Sigo pensando que no tengo poder de convocatoria, aún cuando la gente termine obedeciendo -a regañadientes - mis peticiones.

Nuevamente tengo un mapa de Age of Empires en mi tórax: puedo ver a los campesinos sembrar sus cosechas en mí, mientras otros extraen de mi ombligo la roca que necesitarán para levantar sus murallas. Hay una escaramuza en mi tetilla izquierda. Qué lata. Esta vez contengo las ganas de rascarme: no sea que los emperadores abdiquen y se termine la partida.

El mundo sale disparado hacia arriba y la luz se hizo presente entre maldiciones y jesúses: el metrobús ha frenado bruscamente, un imbécil se detuvo en medio del carril del metrobús, quería dar vuelta en "U" y una patrulla le explicaba entre insultos, gotas de saliva y amenazas la necedad de sus acciones.

La señoríta cucaracha, el tipo PDA y el hombre olor a Brutt se habían bajado mucho tiempo atrás: ahora me rodeaban: un judío trajeado -con su sope en la cabeza y con aliento a leche fresca-, delante de mí estaban dos cajeras de Bancomer y en el fondo, una señora con la carreola del bebé en el espacio de los discapacitados, la cual movía hacia adelante y atrás para arrullar su preciado contenido. Afortunadamente, estaba a una estación de distancia de mi destino.

Esta ha sido la primera vez que me he quedado jetón en un transporte público. Qué a gusto se la pasa uno, con razón tanta gente lo hace.

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Atte.

El Hijo de Nadie.

viernes, enero 20, 2006

= Otro día =


El soundtrack de tu vida fue: Telepopmusik - Breathe (Generic World, 2002).


Querido diario:

Tengo en una carpeta de mi escritorio como cinco folders que contienen todo lo necesario para colocar 5 post diferentes, tengo una lista de ideas que se me han ido ocurriendo a lo largo del tiempo, a la cual recurro cuando no tengo ni puta idea de qué poner en tí, estoy en medio de una nueva saga. Y me preguntarás con justa razón: ¿qué coños esperas para postear, maldito orangután?

Ooospérate tantito.

No me malentiendas, querido diario: en verdad disfruto poner cosas vanas e imbéciles en tu páginas web, es sólo que ahorita no tengo ganas de invertir tiempo en ello, y es que me encuentro en estado de confort extremo.

Tengo un poyecto fijo de aquí a Julio, con miras de tener otro proyectazo (dios mediante), tengo satisfacción inmediata en diversas presentaciones, mi conteo de estrés es nulo, tengo una bebida refrescante en mi vaso-copa-ridiculez-de-colección-del-señor-de-los-anillos, hace solecito allá afuera y ya fui a que me diera tantito más color del que ya poseo, como que el día esta como para echarse en el sofá, cerrar los ojos y poner mucha atención con las orejas mayas que me ha heredado mi progenitor: Telepopmusik es la clase de artista que puedo poner una y otra vez sin que llegue el eventual hartazgo que me obligue a cambiarle.

Tengo en mi poder los números a color de Usagi Yojimbo, del cual he tenido deseos de leer desde mi época preadolescente Teenage Mutant Ninja Turtles. Es muy buen trabajo de autor, el cual en algún momento tocó las puertas del Mirage Studios, la casa creadora de los anfibios comercialotes.

Lo cierto es que el concepto de Usagi data de mediados de los 80 y vió la luz por vez primera en el magazine llamado Critters, que forma parte de esta tendencia de "animalizar" a los personajes, que hasta principios de los noventa tomó auge cierto auge y cuyo medio pseudo oficial de información fue esa conocida comunidad llamada Furnation. En aquel momento y lugar, el hobbie respondía al apelativo/adjetivo de Furry: furry art, furry lifestyle, furry madre, etc.

En los ochenta, la idea era transladar esas historias de acción y narrativa gráfica de corte europeo a personajes "furry", pero en los noventa (la época en que supe de ellos), ya se habían colado los conceptos de fantasía y de rol que permanecen hasta el día de hoy, como elemento incondicional; incluso hasta MMPOGs* hay con la mentada temática (púshele al link de Furnation, si le entra la curiosidad).

* Massive Multiplayer Online Games. ¿Quiobo?.

De ellos se desprende ese grupo de gente psicópata estadounidense que se reúne en fiestas especiales, donde todos van con disfraces del animal que ellos sienten que los representan (en un video de Moby podemos ver un claro ejemplo), creo que hasta hay una modalidad swinger con este toque. El término correcto para esta obsesión y toda la parafernalia anteriormente citada es Yiff.

Asi que ya sabe, amable audiencia: si quiere dejar salir al animal que reside dentro de usted, tenga la amabilidad de dedicar su existencia a uno de esos temas trascendentales como la votación de Cantando por un Sueño, o entre al mundo Furry o Yiff (como a usté le plazca adoptarlo).

Y ya, nos vemos luego, voy a que me dé el sol y a darme uno de esos baños de mil horas; total, sólo los jodidos no se bañan (si en sus casas no hay abastecimiento de agua, hay baños públicos en diferentes partes de la zona metropolitana, ahórrense lo de la caguama y no sean cochin@s).

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Atte.

El Hijo de Nadie

jueves, enero 12, 2006

= Nacomentarios IV =


El soundtrack de tu vida fue: The Magic Numbers - Forever Lost (The Magic Numbers, 2005).


Si estan leyendo esto, ha sido con la venia de Blogger que el día de ayer no me ha dejado darle preview a mi bló pero que los ha dejado ver a ustedes, pueblo, las burradas de la semana de este su bló de las estrellas.

Pues a lo que te truje, Tencha (ya sé que es Chencha, pero de otra forma ustedes no meterían mano al archivo muerto, vayan a noviembre del 2004 para ver a qué me refiero).

- En la mera víspera de Reyes tuve la ocurrencia de ir al Centro a ver si todo seguía como lo había dejado la semana anterior, y en el regreso me fue humanamente imposible abordar el metro, y digo humanamente porque sólo cabían las cucarachas en los rincones disponibles en las nuevas y flamantes unidades, que ese 5 de enero ya se veían rebasadas mas allá de su capacidad total.

Se me ocurre irme en mi dodge-patas por Bucareli y cruzar Reforma con miras de cortar camino por la Tabacalera - tres veces heroica -; ni bien había llegado a donde se encuentra el centro Xerox cuando me dí cuenta del terrible error que había cometido: el hormiguero humano se regodeaba entre juegos mecánicos, botanas de alto contenido grasoso y sudor invernal. Decidí cortar por la calle paralela para rodear todo el engorroso evento.

Son pocas las ocasiones en las que me encuentro por mis antiguos linderos, es como si mi éxodo hubiera marcado para siempre mi brújula interna, separándome de forma indefinida de la zona que fue mi primer hogar. La intención era agarrar Edison, para salir a Insurgentes (en la esquina donde hay un Dominos) y abordar algún otro medio de transporte. No logré llegar a la calle citada, porque un madrazo del pasado me aguijoneó el cerebelo y me llevó a las páginas de mi pasado: más que aguijonazo, fue un codazo de una grandísima bruta que salió a toda prisa de su vecindad y me fue a estampar su coyuntura en la feis; aunque el asunto en principio me dió risa - la sangre indígena llama- ya después que se me enfrió si me dolió gacho. En esas andaba cuando, una calles antes de mi destino, lo vi.

Entre sueños recordaba el lugar, cada vez que he pasado por Puente de Alvarado (el extremo opuesto de donde me encontraba), juraba que allá en el fondo, en esa calle que el temblor y el destino volvieron angosta y llena de grava de un edificio que no tiene para cuándo estar listo, había algo que me daba comezón en la masa funk. Es un parquecito que se encuentra en la calle de Ignacio Mariscal, exactamente atrás de San Carlos. Yo me zambullí en esas fuentes hace más de 23 años, recuerdo que me pusieron la regañada de mi vida, y que a la semana siguiente lo volví a hacer, nomás por no perder la costumbre. Mi castigo fue no volver a poner un pie en ese lugar. Y no lo volví a hacer, hasta ahora. Castíguenme ahora, putos.

- Para evitar que se presentara cualquier pedo mundial con el proyectazo, me vi en la penosa necesidad de cancelar mi conato de vacación en Puerto Escondido, de la pura depresión decidí darle cran a lo que quedaba del avance y le di una actualizada a las instalaciones de mi workstation. Pobrecito cocodrilo.

- La foto que enarbola el post del día de hoy nos habla del pobre criterio que existe en la ideosincracia mexicana para distinguir entre la educación, la disciplina y el castigo corporal. Uno podría pensar que en 20 años las cosas han cambiado, pero entonces despierto de mi ensoñación y veo en mi viaje por un pesero cómo las señoras de hoy educan a sus vástagos: jalones de pelo, pellizcos, bofetadas, zapes, zarandeos y al final, una Bon Ice de limón. Si hubiera empezado por el final, nos hubieramos evitado la pena ajena.

- Hoy me quedé con el antojo de tacosope de la esquina del mercado de San Cosme, se fueron de vacaciones los desdichados. Me tuve que conformar con unas Quekas de San Cosme, próspero negocio que te desea un exitoso año 2006 en su calendario de perros bulldogs -chefs-nouvel-cuisine que regalaron hoy con cada orden. Si mañana tampoco hay, me voy a tener que consolar con una charola de sushi-ngado del Superama.

Esta no es vida, verdá de dios.


- Volviendo al tema del castigo corporal, para aquellos que no pueden perdonar los reglazos en las uñas, los coscorrones sacapelos, los pellizcos, los jalones de patilla y de cabello y los cinturonazos correctores de la conducta occidental, podemos recurrir a la misma fuente para aplicar su bonito payback.

Ahora si, la próxima semana retomamos las intrépidas sagas que nos competen.

Prrrrt.


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Atte


El Hijo de Nadie