domingo, diciembre 31, 2006

= Rescisión de contrato =


El soundtrack de tu vida fue: Fussible - Tijuana makes me happy (Nortec Collective - Tijuana Sessions Vol. 3, 2006).


Nota de la redacción: El template del día de hoy está dedicado a la tia Luli, que vino desde Tijuana a visitarnos, y a ser infectada de tosferina y catarro crónico.



Buenas tardes, páselepásele, lo estaba esperando.

Lo mandé a llamar con la intención de felicitarlo por las fiestas de la temporada, muchas pero muchas felicidades: que se la pase bonito, que todos sus sueños se hagan realidad, que la esperanza llegue a su puerta, andeande, no se me ponga sentimental, que todavía tenemos unos pendientes que discutir.

Mire, yo sé que le ha costado bastante trabajo adaptarse a la dinámica del departamento, es por todos bien sabido que usted ingresó en medio de un ambiente desfavorable. No me malinterprete, no le he traido hasta acá para reprocharle ni nada parecido, mucho se le agradece sus esfuerzos por hacer fluir la situación enrarecida, es la clase de cosas que tomamos muy "encuenta".

Eso si, le quiero señalar que encontramos preocupante el actual estado de desempeño laboral: los primeros meses usted demostró una disposición absoluta; le reconocemos ampliamente, cómo no, su iniciativa, su dedicación, su, ¿cómo decirlo?, su efervescencia, sus primeros resultados lo colocaron en muy alta estima en la gerencia.

Pero las mejores intenciones no sirven de nada si no obtenemos resultados, ¿verdad?, ah, bueno.

Nos tiene algo inquietos los acontecimientos de la mitad del periodo de prueba, yo sé, YO sé, que no es la situación ideal para ingresar a laborar, que no es fácil tomar las riendas de un departamento con tantos, pero tantos problemas, pero usted comprende, la gerencia necesita resultados, algo que nos permita justificar nuestro presupuesto, nuestra plantilla de trabajo.

Vamos hombre: no estamos organizando una cacería de brujas, ni muchos menos: le reitero el reconocimiento de esta empresa por sus múltiples servicios, estamos en deuda con usted por su entrega, su proactividad y su asertividad.

Desgraciadamente, nos es imposible ignorar los resultados de los últimos meses del periodo; es muy importante que, si uno ha logrado tanto en tan poco tiempo, pues mantener el mismo nivel, ¿no?, ser constantes.

En esta empresa valoramos la constancia, tanto como la entrega y los resultados.

Usted ya había capturado la atención de los directores, cabe hacer la mención: esta era una muy buena oportunidad , tenía usted todos los elementos para vendernos sus servicios, usted pudo jugar mejor sus cartas, si me permite el comentario.

Sépase que usted me cae bien, esta conversación es estrictamente a nivel profesional: sabemos que el mentado polvorin de mediados del periodo no es culpa de nadie, era una situación imposble de contener, comprendemos que se le haya escapado de las manos, pero su responsabilidad era lidiar con el recuento de los daños y seguir adelante, por mucho que nos afecte emocionalmente esta clase de situaciones, no podemos justificar nuestro trabajo con excusas. Sin resultados, poco podemos explicar, ¿verdad?.

Es muy duro para nosotros tener que dejar ir tanto talento, tanta pasión; me da mucha pena informarle que sus servicios ya no son requeridos en esta empresa, agradecemos su esfuerzo y su tiempo, la señorita le está preparando una carta con amplias recomendaciones y sus proporcionales que por ley le corresponden, usted se va por la puerta grande.

Un momento por favor: ¿señorita?, hágalo pasar si me hace el favor.

Mire, este es su sustituto, le presento al señor 2007, mañana a primera hora empieza y estaríamos en deuda si pudiera ponerlo al tanto del departamento, de los pendientes y de introducirlo con el personal.

-Buenas, mano.

Por favor, si alguna vez se le llegara a ofrecer algo, las puertas de mi oficina estarán siempre abiertas para usted. Adiós, es un gusto haber trabajado con usted, buena suerte.

2007, ¿sería usted tan amable de acompañar al señor 2006 a la puerta?, tengo unos pendientes que tratar. Ándelepues, que le vaya bien.

-Señor, llamada en la línea dos.

Gracias Paty chula, ¿Buenooo, Recursos Humanos?

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Toing.

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Atte.


El Hijo de Nadie.

viernes, diciembre 22, 2006

= Odiando (suavemente) a la navidad II =


UUUF.


En fechas recientes, se ha vuelto uso y costumbre esta molesta y neurótica anticipación de las festividades y días de asueto; es un hecho que nos venimos tragando esta navidad desde mediados de noviembre, cuando ni bien se había enfriado el día de muertos.

Por eso, siempre me cuesta un poco de trabajo el abordar un tema que se pasa de pasteleado, pero como no existe asunto alguno en la vida de nadie que eventualmente trastoque la gacha navidad, pues ya qué le hacemos.

Muchos reclamos vinieron a mi buzón la vez pasada, todos inevitablemente conducían a la interrogante de los dos millones:

¿Porqué debemos odiar a la navidad?.

Razones me sobran, pero creo la que me viene a la mente con frecuencia no es la de peso, sino la se involucra con mi primera navidad. Tome en cuenta, amable audiencia, que en la primera natividad cronológica, uno es incapaz de captar referencias, pues se es tan nuevo que se está mas preocupado por la mamila que por el muérdago, por eso me referiré a la navidad de 1983, el año en el que supe de Santa Claus, y el año en el que deje de creer en él.

En esa época, el furor eran los chingados juguetes de He-man y los Amos del Universo, cuya "caricatura" no llegaría sino hasta mucho después, pero el incipiente marketing dictaba "ya vendan los jueguetes esos", seguramente suponiendo que el ansia consumista justificaría el interés por la futura trasmisión de la serie.

Con mi sentido del deseo material recién estrenado, se me ocurre pedir a "Santa Clós" por primera vez en la vida TODOS los jueguetes de He-man. Y cuando digo todos, estoy hablando del Castillo Grayskull como la cereza del pastel. Estamos tomando en cuenta todos los personajes de la primera temporada, no podemos pedir lo que todavía no salía en acetados de animación, ni en el mercado, ¿verdá?, esto lo digo por esos trolls que se llenan la boca de la sabiduría vana. Si sé de lo que hablo, güeyes.


Decía; este es el punto donde los padres se toman la molestia de explicarle a uno que no siempre puede conseguir todo en la vida, que hay que moderar nuestros apetitos, que los juguetes no son todo en la vida, que Santa Clós tiene que repartir otros juguetes a otros niños, etc.etc.etc. A mí me dijeron "no te preocupes, él te los traerá". En esta vida me han odiado -uuuuuh-cantidaaaad- todos aquellos que recibieron solo uno, o ropa. Odiénme de nuevo, ahí viene mi Wacom.

La víspera de nochebuena, la ansiedad me tenía brincando por las ventanas, los libreros y la mesa- referencia literal, en verdad tenía problemas con mi metabolismo hiperkinético- no podía dormir de imaginarme que la mañana siguiente, tendría todo lo que quisiera (porque eso consiguen los padres que malcrian a sus hijos: que uno piense que debe de tenerlo todo, y que se lo merece).

Mi padre llega por la puerta con un enorme bulto de plástico, y como nunca llega con esa cantidad de cosas sin que venga un insufrible familiar, o una molesta visita, lo primero que se me ocurre es buscar en la puerta a la liendre de la semana; como no veo a nadie, me dió por preguntar - ¿qué es eso?.

Mi padre, siempre pasado de listo, me responde -chiles verdes-, mientras ve socarronamente a mi madre y se dirige a la habitación nupcial.


Las Precisiones.

1.- El peor error que uno puede cometer es pensar que los niños son idiotas. El exceso de una referencia o muletilla lleva eventualmente a la oportuna indagación, ergo ante el uso abusivo del chistorete de los chiles verdes, hecha mi tarea estaba ya y a mis 5 años sabía qué eran los mentados chiles verdes y que había que llevarlos a la cocina en cuanto se compraban, no a la recámara.

2.-Cuando uno vaya a maleducar a sus hijos, hay que ser precavidos; si piensan pasar irónicamente frente al infante con sus futuros regalos, tómense la molestia de usar una bolsa negra, porque las de colores traslucen el contenido, con la iluminación adecuada.

Conté diez cajas de los Amos del Universo, supuse que el bulto enorme de hasta abajo era el castillo.

Cada que cuento esta anécdota, me preguntan que si sentí un profundo golpe en mi inocencia, que si nació en tonces mi resentimiento hacia la sociedad y que si respiré amargura que busqué saciarla en las inocentes mentes de mis vencinitos y compañeros de la escuela.

La verdad, me cagaba de la risa por la ingenuidad de mi padre.

Ese día nació otro tipo de satisfacción: la de caerle a mi padre en sus movidas. Gracias a la poderosa tecnología en video de mi celular, a la fecha es un platillo que sigo degustando con bastante frecuencia. Adoro su jeta de perplejidad cuando le saco sus trapos a la vista de todos.

Independientemente de lo anterior, el día siguiente me cayó el veinte de algo que mi mente delimitaría y concretaría más adelante: sin la recién sembrada fantasía, la navidad era una temporada bastante aburrida e insulsa: como no iba a la escuela estaba todo el día haciendo nada, todo lo que había en la tele y en boca del mundo era este asunto y la verdad, el hablar de una festividad que no tenía una verdadera razón de peso para celebrarse, comenzaba a figurárseme molesto.

Por eso, cuando llegó mi momento de perpetuar esta payasada, simplemente no me dió la gana y sufrí en los años subsecuentes del punkeo de propios y extraños, que no soportaban mi humor Scrooge -porque esa era la referencia que la raza cósmica tenía del mi humor decembrino: si a Jim Carrey no se le ocurre hacer la adaptación cinematográfica, con la efigie que adaptó Chuck Jones (el responsable de Tom y Jerry de los 50s y de la época más prolija de los personajes de la Warner Bros.), seguramente seguiría usándose la misma muletilla-.

Y es aqui, querida y amada audiencia, donde llegamos a la antesala de mi molestia: semejante bodrio es el lugar común donde todos se quieren pasear con sus pies cochinos y sus olores concentrados, y como si eso no fuera suficiente, quieren que uno pase por el mismo lugar por la fuerza. Esta primera aproximación genera a su vez tantas y tantas razones para odiar y despotricar, que podría hacer un discurso largo y pastoso de mis tanatos de temporada, pero me limito a afirmar:

Odio la navidad porque es en la época cuando perdemos toda vergüenza y, en medio de proclamos de amor y paz, ponemos en evidencia toda nuestra fealdad, estupidez y mezquindad.

Si no tuviera a mis amigos, ya hubiese salido a la calle para disparar proyectiles de consomé cristalizado a la humanidad, desde hace muchas navidades. Sin mis coleópteros y nuestro Club de los corazones rotos del señor Ebenezer Scrooge, mi vida estaría basada en el rencor invernal y el compungido sentimiento derrotista por la abrumadora y abundate torpitud colectiva, en vez del hedonismo, el escarnio y la impropiedad que adornan mis diciembres.

Por eso, dejaré de robarme los pinos de San Cosme, mejor que la familia mexicana estándar gaste, arruine y queme: afronten la consecuencias de tener un nido de bichos en su casa por un mes, y que lidien con la podredumbre y la plaga del año nuevo.

A tragar Kung-Pao, que es navidad.




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Atte.



El Hijo de Nadie.

lunes, diciembre 11, 2006

= ¡¡Sponch!! =



El soundtrack de tu vida es: Thomas Quasthoff - Solo Jazz Improvisation (The Voice, 2006).



-Burp-

Hubo una época cuando me quedaba despierto hasta altas horas de la noche, escuchando con atención el misterioso sonido que la pared del cuarto intentaba, inutilmente, acallar con su grosor. Tenía como 4 años en ese entonces.

Rrr-takata, rrrr-takata, rrrr-takata, rrrr-takata me arrullaba cada noche: mis ojos, abiertos como dos canicas del #6, mi mente infantil se desvivía por adivinar qué maravillas se encontraban procesando ese vaivén ahogado, que diariamente me conducía hacia mis más complicados sueños, y mis más elaboradas pesadillas.

Muchos años después me enteré que era una imprenta, luchando por librar sus pedidos antes de que saliera el sol.

No pretendo venderles una historia de dolor y sacrificio: mi infancia fue bastante acomodada, tenía mas juguetes de los que necesitaba, pero debo confesar que mis favoritos siempre debían de tener compartimentos secretos, que al abrir y cerrar emitieran un clang, un crank o un plac.

Cada vez que Luzyfer se ve frente a un conato de sobresalto o una tarea que se le sale de las manos, emite un agudo chillido que rivaliza con el de los roedores en desgracia: IIIIIH rechinaba mi madre, cada que se le escapaba un delicado florero, un vaso de cristal cortado, o mi persona de entre las manos. A la fecha conserva la molesta costumbre.

Cuando tuve trece años, mi cuerpo creció desprolijamente: era monstruoso el crikiti-crakata de mis huesos al expandirse, estirarse y afirmarse; poco a poco mi nuca comenzaba a convertirse en la matraca que es el dia de hoy, pues para recuperar la tranquilidad necesito hacer un giro de resorte que desata peculiar CRACK-KA que a todos despabila, hace sonreir y sorprende por igual.

También me trueno los dedos de las manos y los codos, por si me quieren de medio tiempo para sus fiestas infantiles.

Creo que la única razón por la que me entregué a los videojuegos con la soltura de una casquivana, es porque tanto pling, swing, broooong y shooom-shooom me carcomían toda mi atención, todo babeado y enajenado me encontraban mis detractores en las maquinitas de la vuelta.

Mi maestra de Etimología Grecolatina me cuestionaba el porqué emitía sonidos de Nintendo, yo me limitaba a responderle que no creo que esto cuente como déficit de atención.

También por estas épocas sangraba de la nariz con frecuencia, siempre el plop avisaba del torrente de líquido rojo que venía por delante: blopota-blopota-blopota-blopota salían litros de sangre de mi nariz.

No faltaba el cretino que sugiriera que estaba menstruando por las fosas nasales.

Siempre he tenido tentación de poner mis sucias manos en aquellos instrumentos que colocan de muestra en las tiendas: tnn-tnn-tnn-tnn---swiiiiiin de una guitarra eléctrica -en realidad, nunca me dejaron llegar al swiiin, pero lo deseaba tanto que casi lo podía escuchar-, el tum tum tum clang de esa batería que nunca estaba desocupada, y por supuesto el plinplinplin-plin del sintetizador, donde martinillo era mi gran ejecución digna de un encore.

Dejé de hacerlo cuando las miradas que me reprochaban mi conducta dejaron de venir del vendedor. Los niños son las cosas más egoistas de la creación.

Uno de mis pequeños placeres oscuros, consiste en acercarme a alguien que sufre por contener sus vias urinarias, y susurrar distraida y suavemente un chsssssssssssssssssss. No existe ser vivo que se resista a salir corriendo en busca de un arbolito.

Me han acusado de ser sádico de clóset, yo digo que se trata de una campaña de difamación en mi contra.

Cuando la gente se empeña en exponerme a necedades verbales, lenta e inexorablemente comienzo a fugarme y en vez de las palabras de mi interlocutor, escucho waras:

-Warawarawara, warawarawarawara, warawara
-Eeeh.
-Warawarawara, warawarawarawara, warawarawara, warawarawara, warawara. ¡WARA!
- Ajá.

-¿Wara wara?
-Siii.
- ¡¡Wara!!, warawara, warawarawarawarawarawara....

Existen casos documentados de gente que se fuga con Sleepwalk, otros aseguran que se fugan con Megadeth.


Hay días en que siento que mi vida es una onomatopeya.




Plop.





En realidad este es el post más insulso de la historia, no me queda la menor duda de que la blogósfera demandará mi sangre entre sus fauces una vez que sea leido en su totalidad.



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Atte

El Hijo de Nadie.