martes, julio 17, 2007

= Lenta es la noche =


El soundtrack de tu vida fue: Elton John - Rocket Man (I Think It's Going To Be A Long Long Time) (Honky Chateau, 1972).


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Como muchas cosas en mi vida, todo comenzó con una pregunta estúpida:

- ¿Qué estás haciendo, tu?
- Estoy buscando trabajo, wey.
- Y¿ eso es bueno?

De repente estaba repasando El Universal dominical, ubicando posibilidades con el marcador fluorescente color amarillo pollo de la Poquianchis del Espacio.

La verdad, me daba bastante flojera pensar en estudiar y trabajar; primero, porque acabado de ingresar a la universidad, andaba con el rol picadísimo de "ahora lo puedo hacer mejor", recién me importaba ese pequeño detalle llamado promedio general, y no quería bajar del 9.5 que hasta ahora ostentaba y que nunca pensé en tener.

Segundo, mis necesidades monetarias siempre han estado cubiertas.

Antes de ese momento, la manera correcta de obtener todo lo que mi corazón deseaba consistia en solicitar mis necesidades monetarias debidamente requisitadas y de tres a cuatro días hábiles, obtenia lo necesario para mis proyectos especiales, mis hobbies y mis pequeños vicios.

Pero como andaba también compenetrado con mis habichuelas animadas, sentía esa necesidad de adolescencia tardia de experimentar por añadidura, no porque me llamaba la atención ni por convicción -a ver, ¿quién experimenta en esta vida por convicción, quién?-. Tons también estaba buscando trabajo porque no tenía nada más interesante por hacer las tardes de mis dias, ya perdidos en la inmensidad.

Había una compañia cucha llamada Excellence Operator Services, que solicitaba operadores de larga distancia, con manejao aceptable del idioma inglés y disponibilidad de horario en las tardes.

Dos precisiones:

1.- Esta era la época en que los servicios de larga distancia no estaban más en la exclusividad de Teléfonos de México, recientemente estrenada a la vida de empresa privada y donde ahora existia un potencial mercado de libre competencia, ávido de participar en el mercado de la telefonía, algo que en el trascurso de 5 años, básicamente se convirtió en una masacre corporativa.

2.- A diferencia del pirruris de familia pseudoobrera que solia ser, la Poquis ha trabajado toda su vida, ella siempre ha conseguido todo lo que necesita a base de trabajo y esfuerzo, ella sentía muy en lo profundo que mi ímpetu era mera payasada - ampliamente justificada la sospecha -, pero en esa suavidad de pollo que nos dá en el corazón cuando "semos" jóvenes, sentía que podía hacerme bien aprender a ganarme la chuleta.

Decía, aplicamos los dos para las 7 vacantes que tenían: ella iba con un impecable aspecto ejecutivo, una confianza contagiosa, una cordialidad pristina, una caracter cordial y amable, una chulada de entrevista hizo ella. Yo iba vestido íntegramente de mezclilla, botas negras de doble suela antiderrapantes marca Omar Castelli,, lentes de fondo de botella con armazón grueso color café jaspeado, y los chinos copeteados más rebeldes jamás vistos en los años 90.

Con ella se deshicieron elogios, le aseguraron que ella era la clase de personas jóvenes y capaces que andaban buscando, casi le prometieron la plaza en ese instante; a mi me hicieron atentas recomendaciones sobre la política de vestuario en el trabajo (entonces mi guardarropa incluia la obligatoria T-Shirt de equipo de basketball, eso de usar camisa de botones nomás me tenía angustiado), dijeron que lo iban a pensar y que me llamaban.

4 meses después, sólo me llamaron a mi.

Sospechen, oh amable audiencia, cuando algo asi sucede, señal más clara de la perdición no puede haber.

La Poquianchis, ya encarrerada en este ánimo que más tarde serviría de motor para programas de mejora de la imagen como What Not to Wear o Extreme Make-up, y me arrastró por las tiendas departamentales de su confianza: me armó de un repertorio de camisas y pantalones de pinza, sólo en los zapatos resistí hasta el final y compré las versiones Omar Castelli de zapato semideportivo semicasual -de doble suela, eso si- que pudieran dar el gatazo corporativo.

Entonces me ofrecían mis 3000 pesotes mensuales, que sumados a mis ingresos base pues si me tenían muy contento y a gusto -no hace mucho, $3000 eran un sueldo aceptable-, contrato a prueba por tres meses, renovables a uno cada mes, IMSS y oportunidades de crecimiento... todo era extremadamente atractivo para mi.

La gente más experimentada sabe a qué huele toda esta propuesta, dejo en sus expertas manos las críticas correspondientes, sólo tengo que decir en mi defensa que yo sera muy joven (y buey) para saber lo que me convenía.

Al cabo de un mes, la oficina era como una extensión de mi clase: estaban los de a lado, los que me caian bien, los que ni me caian ni me interesaban, los fantoches y los problemáticos, que nunca se metían conmigo asi que no había nada trascendental por comentar. Lo que primero llamó mi atención era la rotación de personal: del area operativa dos o tres plazas mínimo cambiaban de titular de vez en vez.

Incluso estuvo una temporada un señor cincuentón, que tenía la singular simpatia de haber trabajado para la Editorial Novaro durante mucho tiempo, hasta que el 85 cayó sobre muchas vidas capitalinas y nos cambió a todos el panorama.También pertenecía al honorable gremio de los profesionales del doblaje de voz, la mata daba para platicar sobre qué celebridades empezaron en tan noble actividad, y sobre el quién es quién en las voces de la barra de programas de importación de los años ochenta.

En esta área operacional, había una (originalmente discreta) pugna entre el Ingeniero del dedo mocho de cuyo nombre no puedo acordarme, y la diminuta Mildred Ramos, por el control absoluto de los tres turnos de operadores. Entonces no me daba cuenta, pero fue la primera (y única) vez que me convertí en peón de inttrigas tropicales microbióticas, y la primera vez que me tomé en serio lo irrelevante.

Hubo entonces una necesidad en el área de cubrir tres puestos en la noche, con la promesa de cobrar doble el turno por las molestias y el beneficio de faltar al día siguiente para reponer el sueño. Yo le entré, cómo fregados no.

Conocí entonces a los operadores del turno nocturno, las singularidades del silencio nocturno, las luces neones quer se veían a un lado de circuito interior, de la comodidad en el trabajo (necesaria para obrar 8 horas en la noche), y me enamoré de la noche. Cuando me ofrecieron el ascenso como Analista - el título oficial era Analyst in Charge, una prolongación muy chaqueta-, me dieron a escoger entre la tarde y la noche. Estimé que si trabajaba en la noche, dormía en el día y me iba a la universidad en la tarde, todo podría resultar.

Suave era la noche.

La gente con la que trabajaba me caia bien, incluso hubo un dibujante, joven promesa de las que cundían a mediados y finales de los noventa, tratando de ganarse la vida mientras aprendía a vivir de su oficio: se llamaba Ernesto. Ernesto me acompañó a la Conque de 1998, aquella en la que me hice de mi entonces inseparable maleta de Spiderman, en la que anexé muchas de las joyas de mi colección, y aquella donde por primera vez conocí en persona a Oscar González Loyo, mítico creador de Karmatrón y los Transformables, parteaguas de la historieta mexicana contemporánea, hijo favorito del gremio de los artistas de la historieta, precursor de la ola de artistas mexicanos en tierras gringas, antiguo mentor de Ernesto.

A él no le hacía mucha ilusión volver a verlo, yo estaba un tanto fascinado por conocerlo. Entonces adquirí y me autografió los dos volúmenes de la reinvención de Karmatrón que pretendían lanzar junto con Ka-boom, ese experimento multiartístico que no pasó del número uno, pero que mas tarde serviría para formar el segundo frente de resistencia de la historieta mexicana: las novelas gráficas de Caligrama vienen marchando. Porqué Ka-Boom no funcionó, porque ahora cada quién por su lado, porque unos si otros no, es materia de investigación para otra ocasión, baste saber que hay hermandad y cooperación entre artistas en los momentos más difíciles, me consta, me llega y me sumo, en mis posibilidades.

La guerra fría de la microempresa causaba estragos en los turnos estelares, en la noche nomás llegaban las ondas de choque: malentendidos, chismes jugosos de radio pasillo, una que otra baja en condiciones tensas. Me tomaría mas tiempo aprender la lección que recién confrontaba: nunca hay que mezclar los sentimientos con el trabajo, es fatal no sólo para uno, humilde esclavo del sector 14, es particularmente noscivo para una pequeña empresa que buscaba navegar en la degollina que era la Batalla de la Larga Distancia. Todos pagaban derechos de uso de infraestructura a Telmex, las pérdidas era más frecuentes que las ganancias, ni AT&T, que instalaba su propia infraestructura, sobrevivió mucho tiempo a este ritmo.

En el trabajo siempre he encontrado gente que depende de la mierda que arroja de su boca para sobrevivir, lo cierto es que ni en tu casa ni en la academia, logran eficazmente prepararte para lidiar con ello como rutina. Aunque tu sepas que lo que escuchas es basura, si la escuchas 6 días a la semana sin parar, eventualmente te contamina. Y en el preciso intante en que comienzas a darle importancia a la basura, esta te afecta de una o de otra forma. Es cosa de que uno aprenda lo mas pronto posible a formar callo para no sentir, a algunos nos toma años desarrollarlo, a otros les crece más rápido.

La historia es larga, pastosa e irrelevante, sólo basta saber que, al más puro estilo político-paraestatal, los dos generales buscaron conquistar posiciones con sus lugartenientes y gentes de confianza, dicotomía en la que sinceramente ignoraba mi lugar, y cuya relación que me era difícil seguir en los momentos álgidos del semestre que fracasaba, en los días cuando perdí por primera vez el control de mi vida.

Yo siempre critiqué a la gente que se dormía en los transportes públicos, más aún los que se dormían en el trabajo; el problema es que, cuando tu semestre depende del trabajo en equipo, y tu equipo se reune en las mañanas, y las mañanas son necesarias para dormir y seguir trabajando y estudiando, la necesidad me obligaba a pasar varios días despierto.

¿Ese punto nonde no sabes si sigues despierto o si ya te dormiste? esa era mi nueva rutina; cuando estaba despierto estaba particularmente irritable, se me pasaban las fechas, los detalles, olvidaba con bastante frecuencia qué dia era. Mi promedio se desplomó con dos materias reprobadas, y mis amistades tuvieron la gentileza de no mandarme mucho a la fregada, nomás se hicieron de ladito para que no les salpicara con mis pedos, era un desastre en el sentido más extenso de la palabra.

El encanto de la vida nocturna se iba lentamente desvaneciendo, sólo quedaba el hueco túnel de sonidos del sonámbulo, que ignora si sueña, si está despierto, o si está en un estado intermedio. Los sonidos son más intensos, tu propia voz adquiere un encanto muy particular, casi adorable. La música de fondo es el cielo y el infireno: sirve para mantenerse despierto, pero eventualmente te adormece.

En algún punto me dieron una orden tan absurda, que mandé las vitales instrucciones al diablo y tomé la riendas de lo poco que me quedaba de dignidad, y me quisieron castigar por ello. Hsta entonces me di cuenta de lo ridículo que resultaba trabajar en un lugar donde importa más quién queda complacido que los resultados que entregas, y cuando tu mando superior inmediato es el principal problema entre los resultados y tú, es hora de que todos se vayan a la chingada, la felicidad es primero.

El punto más algido de las guerras telefónicas y de la guerra civil de Excellence marcó mi salida de ese fiasco. Asustado, casi fastidiado, el responsable de toda el área operativa -si, habia uno encima encargado de todo, creo que siempre hay más mandos medios de los que uno se imagina- recibía mi carta de renuncia, me pedía que no permitiera que los conflictos de la empresa me afectaran personalmente. Esta es una advertencia que siempre en mi vida llega tarde, cuando ya lo único que me urge es pisar la calle.

Supe que la felicidad regresaba a mi vida cuando el Onésimo Nemo, que me acompañó a recoger mi liquidación, le dedicó unas finuras del léxico pulquero a Mildred Ramos, dejándola con los ojos desorbitados, mientras el taxi me llevaba lejos, muy lejos de su presencia.

Los eventos minúsculos se miden por los detalles que prevalecen en tu memoria; he olvidado la gran mayoría de los nombres de las personas que entonces conocí, nunca he vuelto a encontrarme con ninguno de ellos, ahora el asunto me parece más simple, más fácil de manejar. Hasta la apología a Mildred me resulta ahora violencia innecesaria, pero entonces me supo a gloria, qué le vamos a hacer.


Eso si, no por ser un evento diminuto en el tapiz de tu vida, deja de tener consecuencias graves, determinantes, casi fatales.

Por ejemplo, nunca he vuelto a recuperar el control sobre mis horas de sueño: involuntariamente me veo durmiendo en días hábiles, otras veces son las 4 de la mañana y yno me queda más que empezar mi rutina. Dependo ahora del desvelarme para cumplir con los compromisos que hago temprano, eso si, planeo lo mejor posible para no volver a andar zombie por la ciudad.

Recuperé el control de mi vida, finalmente me salí de la univeridad con un 9 a secas, volví a trabajar en una oficina, duré más tiempo, los volvi a mandar a la fregada, volvi a perder el control de mi existencia, lo volvi a recuperar e hice y dije y desdije, segui trabajando por mi cuenta y eventualmente volvi de manera intermitente a las oficinas y hasta me acostumbré al entorno en cubículos, pero de lejitos porque me sacan ronchas.

Sólo resta por decir que esa fue la única vez que me sentí cómodo en un entorno laboral, no me he vuelto a sentir tan a gustito y probablemente asi sea nunca más.


Ahora las luces de neón están solo en mis sueños, viven muy felices junto con pegado de donde reside mi inocencia.



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Atte.

El Hijo de Nadie.

lunes, julio 09, 2007

= Ni me veo, ni me escucho =


El soundtrack de tu vida fue: The Killers - For Reasons Unknown (Sam's Town, 2006).


El primero del que tengo memoria es el quinto: quizá es el más presente en mi memoria porque fue la unica vez entre ellos que tuve voz y voto en su desarrollo: se me preguntó mi parecer en todo momento, fui repetidamente consultado sobre quién intenvendría y quién se quedaría el márgen, sobre lo que se haría en general; asumi que ese era el modus operandi, y lo asimilé como tal.

Y es que uno no sabe en qué momento vive uno ya en el error, antes o después de que las cosas cambian. Pero cuando el malestar llega, sólo queda sufrir y confrontarlo, sea de la mejor manera o en el desastre total. Hoy en las noticias:


1.- Me aseguran que, ahora si, Chichén - Itzá deja de ser un campo más de basura y centro ceremonial de los turistas maleducados, chairos junkies de mistiscismo ignoto y puercos en general, para convertirse en una de las Siete Maravillas Trendy -porque la mayoría de los que votaron por esta gordez, probablemente jamás saldrán de la oficina el suficiente tiempo para tomar una maleta, colocar vestimenta veraniega, viajar y verla-sentirla-arruinarla en tiempo real-, estamos de celebración.



Croac. 2.- Desaparece un puberto en una grieta que se abrió en Iztapalapa; con un poco de suerte encontrará una raza de ratas evolucionadas y será nombrado quinto cónsul mascota del rey de las ratas del Valle de México: tres comidas diarias, un propósito en la vida y hasta sexo interespecies es un mejor destino que engrosar los cinturones de pobreza metropolitanos, digo yo.


3.- Marcelo Ebrard, el jefe de gobierno mejor peinado de la historiadel Defe, ahora se pelea porque PEMEX saque sus oleoductos del suelo. Qué afan de abrir hoyos en la tierra, y entemporada de lluvias.



4.- Hoy es mi cumpleaños.

















Asi, a secas.














Si, muchas gracias, agradezco sus felicitaciones, tomo sus tarjetas y las guardo, graciasgraciasgracias, muchas gracias.























Si, nomás asi.

















¿Qué?












Oh, bueno, ¿que quieren saber?, dejénme adivinar: porqué la sequedad, porqué la frialdad.

Por eso no me caso, soy demasiado insensible ante las emociones ajenas y puedo acumular divorcios en tiempo record.

Por ejemplo, aquella vez que me preguntó una...


Ah, si, el cumpleaños, yavoy-yavoy, ahorita me explico.

¿No quieren que termine la última idea?, es que luego se me pasa comentarlo y ya ve...



Ok, ok, ¿están seguros?.













¿segurísimos?












YA VOY, ya voy.











¡¡NO estoy enojado!! es sólo que no me gusta que me empujen ni me apuren, cuantimenos que me obliguen a hacer cosas que no quiero; estoy convencido de que no existe mejor manera de torturarme que esa: háganme hacer algo que de plano no me nace-no me gusta y pónganle algo de chantaje sentimental. Y ya está, oficialmente estoy sufriendo.


¡¡POR ESO!! ¡¡ya estoy hablando de mi cumpleaños!!


¿Cömo que qué tiene que ver? ¡¡Pues absolutamente TODO!!




A ver, den tres pasos atrás, respeten mi espacio vital, y ahorita me doy a entender como la gente.


Decía que mi cumpleaños de la infancia que tengo presente es el quinto, primero porque es el primero que recuerdo, segundo, por las razones anteriormente citadas. Si no se acuerdan, regresen la principio y dénle una leida a conciencia.

Bueh, el cambio que menciono no fué inmediato, de sopetazo: fue dándose lentalmente, con el paso de los años, con el avance de los tiempos oscuros de mi infancia, cuando los tiempos felices dieron lugar a la vida real, a la parte donde todos tenemos pedos, donde la rutina es la problemática, cuando descubres muy temprano que tal vez la gente que tu amas y que idolatras, es aún más mundana, más defectible, más frágil y hasta más pequeña, de lo que tu creías. Y las celebraciones y aniversarios son perfectos para discimular que no nos pasa nada.

Eventualmente, mis fiestas de cumpleaños representaban ese momento del año en el que me obligaban a hacer cosas que no me gustaban, a realizar cosas que no me parecían, a recibir en mi casa -es curiosa la displiscencia de la infancia, porque MI casa deja de serlo cuando ya se me amenaza con correrme si uno no obedece y te somete, ah, la pubertad - a personas que NO quería recibir, porque siempre está esta confusión en los padres que suelen dar el avión a sus hijos, y donde los amigos que uno quiere se quedan afuera y aquellas espinas en los costados reciben pase libre hasta la cocina, porque saben manipular al adulto taimado estándard.


Y tampoco ayudaba que me forzaran a reaccionar "normalmente" y "con naturaleza" ante todo esto, un niño no puede ser políticamente correcto si esa no es su intención, a la fecha me como en palabras a los padres que pretenden moldear sus malas mañas por encima de la personalidad de sus hijos, ellos no están ahi para cumplir los sueños fallidos, ni como herramienta de autocomplascencia: si un niño se porta mal frente a las visitas, es porque el padre/madre de familia apesta, porque no le pone la atención debida en lo privado, y finge frente al público una estabilidad familiar que NO se tiene.


En algún punto esos eventos ya me resultaban tan incómodos, que me dolía la cabeza, la cara la sentía entumida por la sonrisa forzada y sentía una congoja que me ponía la borde de las lágrimas. Tan mal me fui poniendo que finalmente, el último que me celebraron en el formato acostumbrado, amenacé a mis padres con desaparecer si no paraban todo, despachaban a todos a sus casas, y me dejaban ser. Y asi lo hice: me oculté la mayor parte de la noche en una repisa -las bondades de la elasticidad infantil- y cuando finalmente fui descubierto, yo mismo despaché a todos ante la mirada de ira de mi padre y la cara de sopresa de mi madre, me fui a mi cuarto, me puse la pijama y me fui a dormir.

Tenía entonces 10 años, y cuando se me castigó con el látigo del desprecio y de la indiferencia, finalmente descansé en la intrascendencia de los cumpleaños futuros.


Eventualmente, la concha se convierte en la amnistía de todas las familias, y mis cumpleaños eran como los días del reparto de utilidades: recibía un monto determinado, con el cual me compraba alguno que otro sueño imposible, como cuando me compré mi SuperNintendo o mi propia televisión de 24 pulgadas, en los albores del salinismo.


Cabe hacer la mención que en el entorno y época en la que crecí, eso era un lujo de los pirrurris y catrines. Y no es que mi familia haya caido del triunfo del proletariado protoperredeista con sueldazo de clase media alta, a la reserva y el secreto resentimiento de la clase media baja-que-noes-miserable-pero-hay-que-ahorrar, sólo era una triquiñuela más de mi padre: al hacer creer a mi madre que eramos una familia modesta, podía ejercer impunemente su amor por los juegos de azar.




Hasta el año de 1996 volvi a celebrar un cumpleaños en grupo, con pastel al centro y sin sentirme sofocado, entonces invité a mis amigos y amistades anexas, en aquel renacimiento que para mi fue la adolescencia. Nuevamente volvia sonreir con cierta soltura, y sentí esa sensación de comodidad que alguna vez probé, y que redescubría con cierta cautela, pero en un entorno controlado por mi y en donde me encontraba en confianza.



Creo que fue entonces cuando convertí en mi tarea personal el transformar los onomásticos de mis alcachofas en celebraciones dignas del hijo de Luis Echeverría, cada víspera era una suerte de secretos planteamientos, adquisiciones, preparativos que se llevaban a cabo lúdicamente, y a espaldas de uno me ponía de acuerdo con el otro y la cereza en la punta consistía en hacerme buey un día antes: fingir un malentendido, asumir una responsabilidad inpostergable, decir que tenía algo mejor que hacer que asistir a ese cumpleaños, y esperar.

Y llegaba desorientado el homenajead@ a una ubicación indeterminada, donde ya encontraba su fiesta sorpresa, con su pastelote, sus regalos y un montón de cursilerías más. Me atrevo a afirmar que esos días yo era más feliz que el celebrad@.

Que mamones y sangrones son aquellos que usan la arroba como unificador de género, wey.


No es que yo sea santo en conato de beatificación, en verdad me ha costado trabajo sentirme cómodo celebrándome, y es que, aunque simple y rudimentario en su forma, mi trauma infantil me ha inhibido de tantas maneras, que a la fecha hay un halo de disconfort en que me hagan una fiesta sorpresa.

Y si recordamos que soy necio como pelos de señor Periquita, pues les platico de las que hago pasar a los que me rodean. Afortunadamente, ya no protagonizo tragedias cada 9 de julio, y la última vez tuve a mis costados a gente muy apreciada, la tranquilidad vuelve a mi después de mucho tiempo. Pero la cabrona viene lenta, qué le vamos a hacer.


Tengo 29 años, no siento todas ni cada una de las cosas que me han imputan para estas edades, como ese sentido de responsabilidad ,de plenitud y la necesidad de sentar cabeza -no se me da el yoga-, en general, hoy siento nada.


Pero cada quien crece de diferente manera, y confio en que un dia volveré a sentirme como en ese entonces; eventualmente, Maria Daniela me hará libre.




Ya me extraño.


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Atte.
El Hijo de Nadie


P.D. A propósito de los padres de familia de la raza cósmica, ya apunté en mi agenda el post, aún no termino con ustedes, cabroncetes.