martes, enero 28, 2014

= Raíces negras =


El soundtrack de tu vida fue: Mark Ronson - Stop Me




Vivimos huyendo de los horrores de nosotros mismos: unos, a espensas de lo que nos vamos arrancando como costras. Otros, sacrificando al prójimo como monstruos. Fallamos en exorcizar a la bestia y queremos encontrar el paraíso  a punta de madrazos.


Hace algunos ayeres espeté -casualmente- la tesis de que la nuestra, la mexicana, es una "idiosincracia prostituta": credos, modos de pensar y pronunciamientos se configuran según el interés en turno. Creía firmemente que el problema de la sociedad mexicana era el conformismo, que la moral era un concepto anquilosado y nuestra incapacidad para hablar las cosas con claridad nos condenaba a un ostracismo político, que era necesario confrontar para cambiar. 

Era joven, y encontraba la necesidad imperante de que, ante la sociedad -que me aceptaba como nuevo adulto- tomara un bando, me definiera por una postura, y me abocara a defenderla.

Estaba chavo, y se me hizo fácil.


Esta animosidad no le era indiferente a mi generación: estábamos en los últimos días del gobierno de la Revolución Institucional, y queríamos el cambio. Nunca dimensionamos exactamente a qué, y nos dejamos llevar por el instinto, sin pensar en la introspección.


Más tarde, al tomar las rebabas de lo originalmente espetado, y comparándolo con la nueva idiosincrasia post PRI, comencé a esbozar otra teoría: la de "el pequeño priista que vive en todos nosotros".

Confieso que esta me llegó cuando, ya entrados en los gobiernos de la alternancia, el cambio no era como lo habíamos pintado. Llegamos a entendernos un poco demasiado tarde. 

Me explico.



-1-


Entre clamores, esta sociedad finalmente votó libremente y en el 2000 terminó 70 años de gobierno ininterrumpido del Partido de la Revolución Institucional. Inauguramos la alternancia y comenzamos a soñar con un futuro mejor.

Los medios informativos, ahora libres de los compromisos creados, y en un genuino ejercicio de transparencia y autocrítica, edificaron un espejo impecable para reflejar nuestra realidad, y no nos gustó nada lo que vimos.

Los males del antiguo régimen perduraban, y los veíamos en alta Definición, con sus verrugas y sus ronchas. Y la parte que menos gustaba, era que el reflejo que veíamos era el nuestro, no el de "la dictadura perfecta". 

El deseo de cambio nos había nublado la vista a otros modos. Inmediatamente  renegamos de las responsabilidades de la sociedad democrática: queríamos los beneficios, ninguna responsabilidad, y decidimos interpretar en lugar de indagar, inventar en lugar de fundamentar. 

Y hablamos por hablar, ensordecidos por el ruido de nuestras fauces, y nos llevamos esta cacofonía a todos los medios que cundimos. 

La redes sociales mexicanas fueron el punto de difusión de este nuevo formato de participación: quejarse e indignarse.

En vez de intercambio de ideas, turnábamos "goyas"; en vez de diálogo, sacábamos los timbales para entonar mentadas. En vez de argumentos, concursábamos a ver quién gritaba más duro "muevelapom-pom-pá".

Inconscientemente, mi pujante generación convirtió la excipiente democracia mexicana del siglo XXI en un simulacro de partido pambolero de quinta categoría.


Durante el gobierno de la alternancia, convertimos a la Revolución Institucional en mito creacionista: lo volvimos el diablo político que todos citan, en el que nadie cree y del que todos hacen mofa. Arquetipo secreto de nuestro carnavalito, entre piquetes de ombligo nos vestimos de ovejas, sacamos el cobre y todos felices y contentos lo volvimos el coco: un cuento para contarles a los niños.

Enseñamos a una nueva generación que el diablo es un lobo inerme, y los más jóvenes gritaron 3 veces "el lobo", el cual nunca vino.


Tarde caeríamos en la cuenta: el lobo nunca dejó de estar entre nosotros.



-2-



Para mediados del 2006, entre sombrerazos y empujones tuvimos unas elecciones arrebatadas, anticlimáticas y altamente sospechosas. 

Más de la mitad del censo mexicano se abstuvo del voto, asqueado de la rebatinga presidencial, mientras los clamores y vilipendios de los que sí votaron, completamente polarizados, trataban de llevar la espuma de su rabia hasta las últimas consecuencias.

Quedó claro que aún no estábamos listos para la pluralidad.

Entre gritos de "espurios" y "legítimos", los "chairos" y "pirruris" trabados de los cuernos cimarrones, un agachado presidencial cometió, en busca de legitimidad, el error más grave desde el diciembre de 1993: le declaró la guerra a al narcotráfico por convivir, y desató el conflicto escalado que aún nos cunde.

Seis años después regresa al poder un PRI intacto, con un candidato artificial, profundamente ignorante e incapaz de sostener el tele glamour que compró a expensas del erario estatal de su anterior gestión, y nos preguntamos cómo pudo ocurrir.

El lobo entró a nuestra pretensa modernidad por la puerta de nuestra idiosincracia: la cultura socio política mexicana sigue girando, nos guste o no, dentro de los preceptos que la Revolución Institucional construyó durante 70 años, y cuyos basamentos nos negamos a enterrar: reciclamos la dictadura perfecta, la pintamos de blanquiazul y de amarillo sol, sellamos las cloacas del sistema con pintura de aceite y pusimos mantelería sobre la mesa de los marranos, y agarramos la cuchara grande. 

Lo único que hizo la Revolución Institucional a su regreso, fue cortar el borde de la pintura en la cloaca para echar nuestros cadáveres de la alternancia, y puso su propia cuchara sobre nuestro simulacro de cambio, se ha servido 12 cucharadas soperas, y ha comenzado a raspar los pocos avances que hemos conseguido.


Traemos a cuesta un legado que permea todos los aspectos de nuestra sociedad: avanzamos transando, resolvemos nuestras omisiones y faltas con la ley con una mordida; y en vez de solucionar los problemas, los abordamos y damos la apariencia de estar analizando la problemática.

La noción de libertad de esta sociedad es la ausencia de responsabilidades: queremos los beneficios, sin pagar el precio. La civilidad es una etiqueta que nos ponemos en la solapa mientras aventamos el carro, tiramos basura, nos peleamos a la menor provocación y "echamos habladas". Esto no ha cambiado en 12 años, sino que se ha acentuado.

En el campo de la ideologías, estamos muy cómodos descalificando: prácticamente nunca hemos aprendido a debatir, a discutir desde una postura de respeto a la forma de pensar del prójimo. Confundimos la acusación con el argumento, las ocurrencias con pruebas, con la , y el consenso es que alguien ha "ganado el debate" cuando el otro calla, o cuando el que grita mas fuerte es el último en abrir la boca.

Creemos que nuestras buenas intenciones justifican nuestros palabras léperas y nuestras acciones aberrantes, y no caemos en la cuenta que sólo nos disparamos en el pie.

 La dinámica clientelar se encuentra profundamente enraizada en nuestra cultura: la torta y el refresco fueron sustituidos por la tarjeta y la canasta básica.

La tele cultura ha educado generaciones enteras de este país, lo ha acostumbrado al estímulo sensacionalista.

Difiero con las voces que dicen que el remedio es apagar ver televisión; por el contrario,   opino que hay que ver mucha televisión, otra televisión, televisión de todo tipo, porque sólo así aprendemos a distinguir el glamour del hecho, la producción de la imagen en vivo.



  El presidenciable joven, casado con la primera actriz, montados en una costosa tramoya disfrazada de noticia es algo que se aprende a distinguir (y a criticar) sólo cuando vemos suficiente televisión.

Es como las caricaturas que uno ve de niño: cuando se vuelve a verlas de adulto, con un bagaje más rico de animaciones recursos argumentales, se pueden identicar sus defectos y limitaciones, y entenderlas desde otra perspectiva.



El nuestro es un pecado (colectivo) de omisión, de falta de autocrítica, de incapacidad para asumir responsabilidad y nos hemos estancado en la pasividad agresiva, atorados en un círculo vicioso donde reclamamos, pero no hacemos.

Y ni siquiera nos pasa por la cabeza este detalle: desencantados con la transparencia y la libertad de expresión, damos la espalda y negamos la cruz de nuestra parroquia, porque en el fondo pensamos que, si admitimos estos defectos, perdemos el derecho para exigir.

Y pues no.



-3-


Estamos a unos cuantos días del Congreso Popular, recién convocado.

Entre los tuits y comentarios público de los notables que veo promoviendo este evento, lamentablemente veo rasgos de lo anteriormente expuesto, en lo que a ideologías encontradas concierne.

Esto no es una acusación ni una denostación: es un hecho que traemos a cuesta los estragos del cisma político que hemos creado -todos-, y que no podemos convocar a la pluralidad desde la descalificación: en algún punto tenemos que aprender a debatir y que debemos caer en la cuenta de que se puede disentir sin menospreciar, vale la pena tomar esto en cuenta antes de sacar los puñales durante las discusiones con los que piensan diferente de nosotros.

Es esencial que la ciudadanía se involucre completamente en la toma de decisiones de gobierno, pero si vamos a realizar un esfuerzo de este tipo hay que hacerlo desde la óptica de que todos somos mexicanos y que nuestras nociones de ideales no estropeen este esfuerzo: entre dimes y diretes no estamos ostentando ni defendiendo ideología alguna, mucho menos construyendo un consenso.

Confío en que estos notables sabrán encontrar utilidad en lo que digo.


Para sociedad que participará, los invito a reflexionar sobre lo siguiente:

Tenemos que, en el camino, dar los primeros pasos para exorcizar al "pequeño priista que vive en todos nosotros": no podemos seguir jugando a los buenos y los malos, la izquierda contra la derecha, los vendidos contra los puros. 

Todos somos humanos y todos tenemos defectos, no podemos convocar a una autoridad moral de la que ninguno gozamos plenamente, si nos juzgáramos con los argumentos con los que calificamos a los que llamamos "adversarios".

Todos los que hemos vivido en este país los últimos 6 años tenemos una opinión válida al respecto, tenemos derecho a expresarla y a contrastarla con otras voces, por ello tenemos que evitar tomar posturas racistas cuando convocamos a este esfuerzo: con nuestro racismo local histórico tenemos suficiente por resolver. 

Tanto derecho tiene el extranjero radicado en este país de opinar, como el nacido mexicano dentro de un grupo racial y religioso, porque ambos han tomado la misma nacionalidad, porque ambos se asumen como mexicanos, y porque no existe argumento sobre "pureza mexicana" que le de cabida a ambos, si escogemos discriminar con estos criterios.

No existe un antecedente en este país donde un cambio a la fuerza imponga un gobierno justo y plural: la Revolución Institucional nació del último intento. Si es mas importante la resistencia que las propuestas, no somos mejores que el gobierno indolente que queremos reformar. 

Mucho cuidado debemos tener si este congreso desea contemplar el camino de la fuerza: demasiada violencia hemos tenido en el siglo XX como para empatar la cuota en el XXI, que ya tiene un saldo por la "guerra contra el crimen organizado".



Dicho esto, aporto mis contribuciones al Congreso Popular:

- Reforma para el voto de censura en elecciones locales, estatales y federales: si el votante llega a la conclusión  de que ninguna de las opciones le representa, que tenga derecho a manifestarlo con un voto de censura, tanto a las propuestas como al proceso electoral. Si el voto de censura es la elección de más del 30% del electorado, que se plantee una segunda vuelta; si el voto de censura es de más del 50% del electorado, que se invalide el proceso electoral en curso y se convoquen a nuevas elecciones.

- Auditoría a Gastos de Campaña: Que los candidatos a una elección en cualquier nivel de gobierno, sometan sus gastos de campaña a una auditoría para que justifiquen sus gastos, los cuales deben de cuadrar con el financiamiento que, conforme a la ley vigente se les otorga.

- Procedimientos de acciones punitivas contra malos servidores públicos.- Que los servidores públicos que sean separados de su cargo por acusaciones de corrupción, negligencia o irregularidades con consecuencias perjudiciales a terceros, se sometan a una investigación formal por un órgano no gubernamental y que, de resultar responsables de algún delito, se inicie un proceso formal ante las autoridades competentes y conforme a la ley contra quien o quienes resulten responsables.



Estas ideas las he venido exponiendo desde hace años, y se han enriqueciendo con las opiniones de la gente que me ha interpelado. Espero tener la oportunidad de discutirlas en dicho evento y humildemente las someto a consideración pública.


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Tengo la esperanza de que llegue el día en que arranquemos las raíces negras de nuestro pasado cautivo, porque no hay pecado más grande que negarnos a cambiar, porque nos merecemos un país mejor.


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Atte.



El Hijo de Nadie





viernes, enero 24, 2014

=Cápsula del tiempo II: Falsa semblanza de Alma Muriel =


El soundtrack de tu vida fue: Lucía Mendez - Un alma en pena



Pasé años sin pensar en Alma Muriel, antes de encontrarme con este anuncio en una revista amarillenta en la tercera de forros:





Durante muchos años esta actriz interpretó el papel de Juana I de Castilla, o Juana la Loca, en la puesta en escena Falsa crónica de Juana la Loca de Miguel Sabido, que promociona este anuncio que data de mediados de los ochenta.

En la época recuerdo haber visto y escuchado de manera insistente en todos los medios locales la presentación de esta obra, de la cual me arrepiento de nunca haber ido a verla.







Alma Muriel nació en la Ciudad de México, 20 de octubre de 1951. Su carrera comenzó  durante los sesenta como modelo con 16 años cumplidos, y para finales de esta década debutó en el cine con la película Lío de faldas (1969).


Ella pertenece a la generación de actrices y actores de mediados de los setenta y principios de los ochenta, de donde surgieron muchos notables como Ana Martin, Gonzalo Vega, José Alonso, Héctor Suárez padre (que tiene un repertorio notable en esta época), Isela Vega, un ya adulto Roberto Cobo -que en estos años protagonizaría una de las mejores películas de Arturo Ripstein: El rincón sin límites (1978)-, entre muchos otros.

Este momento mágico de la actuación en México se distingue por la aparición de películas y puestas en escena de obras que retrataron algunos de los temas tabúes de la sociedad mexicana, que pusieron en escena al barrio bravo y las zonas marginales, que colocaron en los protagónicos a una clase trabajadora sin maquillaje ni falsos romanticismos,  y que retrataron con fidelidad la modernidad y la decadencia.

Muchas de estas joyas vinieron a resquebrajar las nociones del México tradicionalista y conservador, y que pusieron en la mente de una generación ideas como la equidad de género, que lamentablemente tardaron casi 15 años en cuajar en la sociedad.

No sólo es notable su participación en cine y teatro, también incursionó con mucho éxito como villana de telenovelas, de las cuales la única que me interesa mencionar es esa joya kitsch llamada El extraño retorno de Diana Salazar, una de las llamadas "superproducciones" de Televisa que vale la pena recordar, primero por combinar un indirecto beneficio didáctico, al permitir dilucidar la época del Virreinato y los años de la Santa Inquisición en la Nueva España al público televidente, y segundo porque la trama no tiene desperdicio: 

Leonor de Santiago (Lucía Méndez) es la hija de un comerciante influyente en la Zacatecas villreinal de 1627, que manifiesta habilidades sobrenaturales. Su rival en amores, Lucrecia Treviño (Alma Muriel) la delata como bruja con la Santa Inquisición, y la queman viva en una plaza; por azares del destino, también se truenan al interés romántico de las dos por herejía. Desolada, Lucrecia se suicida colgándose del cogote. En la "época moderna", Diana Salazar recuerda entre sueños su vida pasada, reencontrándose con su amor y su enemiga, también reencarnados y mejor peinados. Con los sueños se vuelven a manifestar sus habilidades, ahora identificadas como telequinesia.

Ciencia ficción, romance, brujería, pasajes históricos: todo tenía la mentada telenovela.


A continuación enumero una breve filmografía para el lector nuevito/millenial que ni sabe de lo que estoy hablando:


Luna de sangre (1982), Retrato de una mujer casada (1982), D.F./Distrito Federal (1981), Que viva Tepito! (1980), Amor libre (1978), Cuando tejen las arañas (1977), Lo mejor de Teresa (1976), Mecánica nacional (1970), Las chicas malas del padre Méndez (1971), Papá en onda (1970), ¿Porqué nací mujer? (1970)


Aquí les dejo una de las películas que más me gusta de ella: Retrato de una mujer casada, de Alberto Bojórquez (1982)






Empezamos este año más pobres, no por las reformas encajosas del gobierno retro que nos cunde, sino por el fallecimiento de Alma Muriel el 5 de enero.




Nadie hablará de su voz aterciopelada y ligeramente grave cuando hayamos muerto.


O quién sabe: por si acaso, hay que digitalizar su filmografía y aventarla al espacio.





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 Atte.

 El Hijo de Nadie

martes, enero 21, 2014

= Desde nuestra indignada indefensión =



Ya no hay principios ni finales, solamente momentos. Y el momento es hoy, porque mañana será otra cosa.



Antes que las redes sociales, para mí lo que existe es la vida online.


Si tuviera que definirla, y plantear su relación con las redes sociales, esto es lo que saldría:


La vida online es esta modalidad de la existencia que existe en algún punto intangible, infinito e indeterminado, para el cual tenemos toda clase de nombres: la red, la web, la nube, etc., y donde trabajamos, platicamos, gritamos, gozamos, convivimos  y, consciente o involuntariamente, nos alimentamos de información.
Las redes sociales son el nuevo terreno de la vida online; en este lugar de la web  no existen las limitaciones que predisponían a la era de la información como algo generacional: no se requiere de un set de conocimientos técnicos mínimos para entrar en una red social y departir con propios y extraños.
Una persona que pasa un par de semanas en Facebook o Twitter rápidamente pueden entrar en el mismo hilo de conversación que llevan todos; y dónde los desencuentros de ideas nutren tanto como las coincidencias.
Los medios tradicionales de información extienden su alcance a esta gran plaza pública, donde editorializar es una labor titánica frente al torrente de información que instantáneamente fluye. 
En las redes sociales conviven todos, desde el más humilde de los usuarios hasta el más notable de los individuos y donde, en el sentido más práctico y "democrático", todos estamos al mismo nivel.
Todo podemos estar en la redes sociales, y la clase de atención que generamos depende enteramente de la forma en como nos expresamos.



A pesar de esta romántica semblanza, las redes sociales no son ni una utopía ni el paraíso: son meramente la extensión de todo lo que existe en el mundo "offline", incluidos sus lobos y sus verrugas.

Leyendo este texto de Antonio Marvel, podemos darnos cuenta lo fácil que es embelesarnos con los cantados beneficios y las asumidas libertades de las redes sociales, y olvidamos que los conocidos defectos de los sistemas políticos se extienden a este lugar, y donde quepa su entrada, si así lo permitimos.

Antonio cree que la dicotomía izquierda-derecha viene a ser sustituida por el gobierno contra la ciudadanía, y lo plantea como si fuese una consecuencia de la política entrando a las redes sociales y corrompiendo todo, cuando lo primero es meramente el menú en tres tiempos que nos recetan las campañas políticas, y lo segundo siempre ha sido la realidad mexicana debajo de los velos de las ideologías.

 Los tres partidos principales de México provienen de la misma cepa política; es un sistema que sólo beneficia a los propios y a los que convenga privilegiar, que vela por los intereses del político -sin importar si es aliado o enemigo, y donde el fin último del poder es la permanencia del status quo.

Políticos van y políticos vienen, y los que han sabido/logrado aprovechar su momento de poder para el beneficio de la sociedad los contamos con las manos; el resto alternan de banderas, de principios y hasta de caretas como quien modela ropa en un desfile de modas.


Por otro lado, a qué le tiras cuando navegas, mexicano: ver los cambios desde la ventana del mundo tiene sus inconveniencias, especialmente si no razonamos las condiciones de dichos ejemplos.

Asumimos que la primavera árabe se dió gracias a la sola presencia de las redes sociales, cuando sólo fue la plaza pública donde se dieron las discusiones y donde se organizaron las movilizaciones en las calles del mundo de cemento y carne: esas fueron las acciones que derrocaron gobiernos e instauraron democracias.

Luego, cuando fallamos en sacarle provecho a las redes sociales, y nos quedamos a un paso de concretar la autodeterminación deseada, declaramos el fin de nuestro idilio social, anunciamos funestamente la llegada de la vida "post digital" y nos tiramos a la cama a llorar amargamente.

Y pues no.

Platicando el otro día en Twitter con la periodista Dolores Aragón, llegamos a la conclusión de que el fin no es el medio: los cambios no se darán a través del acto de protesta misma, sino por las ideas y las propuestas que elaboras para manifestarlos en dicho formato.

Regresando al tema de las redes sociales: el descontento de la sociedad en las redes sociales es sólo el medio, el fín es construir una propuesta a la realidad que ya no concuerda los intereses de esta sociedad, y plantear y definir los métodos como vamos a implementar dichos cambios. Nosotros, los ciudadanos, con o a pesar del sistema político.

Es por esto que el desacuerdo ya no alcanza para manifestar el cambio: decir que no me gusta como gobierna Miguel Ángel Mancera (por poner un ejemplo) tiene que venir acompañado que una serie de recomendaciones y solicitudes de lo que esperamos de su gobierno.

Su agenda para los 6 años puede que no concuerde con nuestras expectativas y nuestros estándares, como ocurrió en este primer año de gobierno. No es defensa, no es ataque: es lo que necesitamos.

Todo esto tampoco no puede venir de una sola persona, sino de la discusión conjunta de los interesados: todos tenemos que entrar en la discusión, porque hasta los líderes de un movimiento son susceptibles de ser "asimilados" en la maquinaria clientelar creada por la Revolución Institucional, y porque la boca de uno no es la cabeza de todos.

En resumidas cuentas: a todos nos toca asumir la responsabilidad que nos corresponde dentro de este pasteleado concepto llamado democracia, donde el ciudadano finalmente toma parte activa en la construcción de los planes de gobierno, y de común acuerdo toma las decisiones. Y asume sus consecuencias.


Todo esto escribo esperando que la indignación online de nuestra sociedad se convierta en el motor de un futuro más próspero, y no en el débil jimoteo de nuestra asumida indefensión.



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 Atte. 

 El Hijo de Nadie

miércoles, enero 15, 2014

=Cápsula del tiempo I =


El soundtrack de tu vida fue: Daft Punk - Fragments of Time




Cápsula del tiempo del munipio de Etzatlán, Jalisco, en México. Fuente imagen: link.





En el transcurso de mi vida profesional, me he encontrado muchas veces involucrado con proyectos de digitalización: fotografías, documentos, revistas, etc.; muchos de ellos, en condiciones deplorables, que requerían de un cuidado y metodología que evitara la destrucción del material original.

Los proyectos de revistas siempre han sido de mis favoritos: entre los textos que me tocan rescatar, invariablemente me encuentro con algunos tesoros que valen la pena guardar.

Por usar una anañlgía pinche, gracias a la arracción mediática de programas muy buenos como Mad Men, podemos dilucidar los modos de otra época; en el caso de este ejemplillo perrodo, la manera en que los productos eran promocionados en los medios impresos, aún antes de que la televisión se convirtiera en el medio masivo por excelencia, y sin imaginar el papel de internet y las redes sociales en la difusión de la información que hoy consumimos.

Decir que México es un país surreal es una obviedad del tamaño de un diplodoco, y qué mejor manera de contemplar al México de la segunda mitad del siglo pasado, que a través de la publicidad y los anuncios que se desplegaban en las revistas y periódicos de la época.

De vez en vez compartiré en este lugar algunas de las joyas que por ahí se encontraron olvidadas en alguna página amarillenta, en los forros de alguna edición de circulación nacional o local, en el desparpajo de anuncios publicitarios en medio o hasta atrás de alguna publicación, y que tuve la suerte de digitalizar y preservar.

Inauguramos este experimento con una joya del pasado, directamente relacionada con mi profesión.

México es más vanguardia en el consumo de tecnología de lo que nos gustaría admitir: he aquí una publicidad de IBM de los años ochenta, donde podemos apreciar el primer antecedente del ratón de escritorio, junto a uno de esos áridos teclados color marfil, en una pantalla CRT que despliega lo último en tecnología de cómputo de la época: gráficas "tridimensionales" (poligonales) en 8 bits.






El anuncio indica que, para entonces, IBM tiene 60 años de presencia en México. Por tanto, IBM debió ser uno de los primeras compañías en entregar productos electrónicos en el México post revolucionario. 

La International Business Machines (IBM) originalmente se fundó bajo el nombre Computing Tabulating Recording (CTR), la marca de los primeros relojes electrónicos, que se usaban para marcar la hora de entrada en oficinas burocráticas, bancos y fábricas.








Originalmente pensado en las empresas, las universidades y en centros de investigación, las computadoras de IBM ocupaban despliegues de hasta 2 páginas en los anuncios comerciales de las revistas.


En aquel entonces, los equipos de cómputo sólo podían ser adquiridos de 2 formas:

1.  A través de una empresa que fungía como exportador más que comercializador, y 
2. Las filiales en el país de las compañías, todo a un costo que incluía costos de aranceles altísimos.

Es por ello que esta publicidad era destinada a compradores con un presupuesto que permitiera cubrir dichos costos; entidades gubernamentales, consorcios industriales, centros de investigación, facultades universitarias como la UNAM y el IPN, y los altos niveles gerenciales de empresas de mediano tamaño eran los compradores ideales de dichos equipos.

Con el tratado de libre comercio se volvió más sencillo comercializar en México los equipos de cómputo, hasta convertirse en el gigantesco y diverso mercado de consumo que es hoy.

Así qué vayan y compren, sabiendo que la modernidad trae democracia en el formato "felicidad instantánea": es la felicidad que huele a nuevo, y cuando se le quita el olor, vas y compras más.


O algo por el estilo.



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 Atte. El Hijo de Nadie

viernes, enero 10, 2014

= La llegada del reino =



El soundtrack de tu vida es Javiera Mena - Sufrir






Ocurrió que los caminos de la vida me han traído de un lado a otro de la periferia del Defe, que las bondades del sur me alejaron demasiado de los terrenos metropolitanos que siempre he pululado, que la monotonía llegó a mi puerto y el amor acaba; luego, la felicidad instantánea me pedía "tiempo de calidad". Era hora de estrenar, y me costaría azul celeste.



Querido diario:


Un día se me pegó en la mollera una fijación: quería mudarme a otro lugar.


Había pasado suficiente tiempo en la Portales; aunque este rincón del cielo no tenía "peros" y todo me lo daba a manos llenas, la demasiada tranquilidad me tenía amodorrado.

Y la pachorra no me va.

Me dí a la tarea de buscar un nuevo lugar para yacer.


Te platico que, durante la primera incursión al sur, me enfrenté con las peticiones más disparatadas por parte de las y los caseros: no solteros, no mascotas, si casado, con hijos, con crédito INFONAVIT, con coche, sin coche, sin bicicletas, peinado de media raya y con limón, con gota en las rodillas, etc.

Ocurrió entonces, que una coqueta encargada del departamento jurídico y tu   servidor nos animamos a compartir experiencias al calor de una charola de quesos en cierto restaurant pedorrillo coyoacanense, y ella me nutrió con sus experiencias en las búsquedas mobiliarias, las cuales eran vastas.

Intercambiamos contactos -yo, los que encontré en internet, ella, los que encontró en el periódico.

Uno de sus contactos se convirtió en mi hogar en el destierro gozoso.

De regreso al tiempo presente, encontré toda clase de atractivos lugares donde residir.

Desafortunadamente, volvían a colmarme el buche con necedades variopintas: me pedían un aval con escrituras de un bien inmueble en el Defe con papas y refresco, copia por el reverso de mi acta de nacimiento, mi fé del bautizo, mis boletas de quinto de primaria, la velita de la confirmación del aval, planes matrimoniales (¿qué pedo con esa gente que quiere rentarle sólo a matrimonios jóvenes y sin hijos?), una propuesta indecorosa, fianza de montos varios, pagarés firmados con sangre de chivo viudo, por mencionar algunos.

Los días pasaban y nomás no hallaba.

Lucyfer, que casi no le gusta meterse mis asuntos, me sacó la intención de micro migración con cucharita de palo, y me comentó de un anuncio en conocida zona céntrica de la ciudad. Un tanto retirado del sur.

Le pedí de favor, si pasaba otra vez, me consiguiera el teléfono. Y me sumergí en otros temas.

Anduve bailando la manzanilla por las colonias colindantes de la Portales: recorrí de pi a pá las colonias Narvarte, Del Valle, la Nápoles. Lentamente fui acercándome a otros territorios: caminé por la colonia Asturias, La colonia Moderna, La Álamos; bajé al inframundo del oriente del DF, y salí con el pellejo ileso, y el pantalón un poquito empolvado. 

Le eché un ojo a los tesoros inmobiliarios del centro del Defe: sendos espacios en zonas tozudas, no aptas para cardiacos.

Confieso, querido diario, que le saqué a la vida ruda del Centro Histórico. Mi modernidad me condena, me ha hecho blando y me deja fuera del corazón palpitante de la ciudad. Nunca he trabajado mis apegos, y ahora no es la hora para hacerlo.

Conocí indómitos rincones sobre Calzada de Tlalpan, me aventuré por Xola a donde las águilas se atreven, caminé por la calle Amores desde Coyoacan hasta Viaducto, y seguí por Medellín en pos de un lugar para la cosa nostra.

Y nada.

Mi tiempo se terminaba: noviembre estaba por finalizar y tenía sólo diciembre para conseguirlo, o me vería forzado a una de dos: renovar contrato, tratando de reducir el plazo anual (imposible en la mobiliaria que administraba el departamento de Portales); o hacer escala en la casa de Lucyfer, mientras encontraba lugar.

Un frío desolaba mi corazón, la preocupación no me dejaba dormir. Mientras si, mientras no, ya tenía la mitad de mis cosas empacadas, el departamento era un chiquero.


Finalmente, la legendaria Poquianchis del Espacio, ahora flamante fotógrafa profesional de la vida breve, me comentó del mismo departamento en las esquinas céntricas, que todavía estaba en renta.

Me dí una vuelta, me gustó. Sin pensarlo dos veces metí mis papeles, y esperé.

 En esos días el destino quiso que viajara a Guadalajara, y a pesar de ciertos engorros, me la pasé agustito. tuve oportunidad de conocer a mi querida Adivitola, futura escritora (yo la vi primero, yo la vi primero; o algo por el estilo), y nos lanzamos a explorar los rincones ignotos de Zapopan, nomás por convivir.

Fui fan del Marrano Roll, y descubrí que Banorte es una institución descastada fuera del Defe, queseso, no son formas, hay familias.

Me hubiese gustado conocer a más camaradas tapatíos, pero mi visita fue muy corta, y la vida se vive rápido, o no es vida.

Llegando un jueves a las 6 de la mañana, el destino decidió ponerme los codos en la espalda y dejarse caer: me bolsearon en el Aeropuerto de la Ciudad de México, y se llevaron mi fiel iPhone 4S.

Pasé por los sinsabores del reporte frente al Ministerio Público de aeropuerto (localizado en el estacionamiento), recibí mi pasada por la realidad jurídica de este país: las autoridades son de chocolate, la ley es ornamental.

Devastado, me di a la tarea de seguir empacando.

Ese fin de semana me avisaron que fui aceptado en el departamento.

Contra reloj, terminé de empacar todo lo empacable. La noche anterior la pasé en vela terminando de preparar lo que se iban a llevar. Con cara de zombie recibí a los mudanceros del mercado de la San Rafael: niños de 12 años que prefieren mudar tus cosas a andarnos asaltando. Botanas, los chamacos.

Nos conocemos de años, cuando apoyaba en las mudanzas de La Poquianchis del Espacio y el Onésimo Nemo. Ya llovió.


La mudanza se dio en un par de horas, y al mediodía estaba dormitando en mi nuevo departamento, con una tranquilidad que no sentía desde hace varios meses.












Este es mi reino, y eso está bien.



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 Atte.

 El Hijo de Nadie