lunes, julio 09, 2007

= Ni me veo, ni me escucho =


El soundtrack de tu vida fue: The Killers - For Reasons Unknown (Sam's Town, 2006).


El primero del que tengo memoria es el quinto: quizá es el más presente en mi memoria porque fue la unica vez entre ellos que tuve voz y voto en su desarrollo: se me preguntó mi parecer en todo momento, fui repetidamente consultado sobre quién intenvendría y quién se quedaría el márgen, sobre lo que se haría en general; asumi que ese era el modus operandi, y lo asimilé como tal.

Y es que uno no sabe en qué momento vive uno ya en el error, antes o después de que las cosas cambian. Pero cuando el malestar llega, sólo queda sufrir y confrontarlo, sea de la mejor manera o en el desastre total. Hoy en las noticias:


1.- Me aseguran que, ahora si, Chichén - Itzá deja de ser un campo más de basura y centro ceremonial de los turistas maleducados, chairos junkies de mistiscismo ignoto y puercos en general, para convertirse en una de las Siete Maravillas Trendy -porque la mayoría de los que votaron por esta gordez, probablemente jamás saldrán de la oficina el suficiente tiempo para tomar una maleta, colocar vestimenta veraniega, viajar y verla-sentirla-arruinarla en tiempo real-, estamos de celebración.



Croac. 2.- Desaparece un puberto en una grieta que se abrió en Iztapalapa; con un poco de suerte encontrará una raza de ratas evolucionadas y será nombrado quinto cónsul mascota del rey de las ratas del Valle de México: tres comidas diarias, un propósito en la vida y hasta sexo interespecies es un mejor destino que engrosar los cinturones de pobreza metropolitanos, digo yo.


3.- Marcelo Ebrard, el jefe de gobierno mejor peinado de la historiadel Defe, ahora se pelea porque PEMEX saque sus oleoductos del suelo. Qué afan de abrir hoyos en la tierra, y entemporada de lluvias.



4.- Hoy es mi cumpleaños.

















Asi, a secas.














Si, muchas gracias, agradezco sus felicitaciones, tomo sus tarjetas y las guardo, graciasgraciasgracias, muchas gracias.























Si, nomás asi.

















¿Qué?












Oh, bueno, ¿que quieren saber?, dejénme adivinar: porqué la sequedad, porqué la frialdad.

Por eso no me caso, soy demasiado insensible ante las emociones ajenas y puedo acumular divorcios en tiempo record.

Por ejemplo, aquella vez que me preguntó una...


Ah, si, el cumpleaños, yavoy-yavoy, ahorita me explico.

¿No quieren que termine la última idea?, es que luego se me pasa comentarlo y ya ve...



Ok, ok, ¿están seguros?.













¿segurísimos?












YA VOY, ya voy.











¡¡NO estoy enojado!! es sólo que no me gusta que me empujen ni me apuren, cuantimenos que me obliguen a hacer cosas que no quiero; estoy convencido de que no existe mejor manera de torturarme que esa: háganme hacer algo que de plano no me nace-no me gusta y pónganle algo de chantaje sentimental. Y ya está, oficialmente estoy sufriendo.


¡¡POR ESO!! ¡¡ya estoy hablando de mi cumpleaños!!


¿Cömo que qué tiene que ver? ¡¡Pues absolutamente TODO!!




A ver, den tres pasos atrás, respeten mi espacio vital, y ahorita me doy a entender como la gente.


Decía que mi cumpleaños de la infancia que tengo presente es el quinto, primero porque es el primero que recuerdo, segundo, por las razones anteriormente citadas. Si no se acuerdan, regresen la principio y dénle una leida a conciencia.

Bueh, el cambio que menciono no fué inmediato, de sopetazo: fue dándose lentalmente, con el paso de los años, con el avance de los tiempos oscuros de mi infancia, cuando los tiempos felices dieron lugar a la vida real, a la parte donde todos tenemos pedos, donde la rutina es la problemática, cuando descubres muy temprano que tal vez la gente que tu amas y que idolatras, es aún más mundana, más defectible, más frágil y hasta más pequeña, de lo que tu creías. Y las celebraciones y aniversarios son perfectos para discimular que no nos pasa nada.

Eventualmente, mis fiestas de cumpleaños representaban ese momento del año en el que me obligaban a hacer cosas que no me gustaban, a realizar cosas que no me parecían, a recibir en mi casa -es curiosa la displiscencia de la infancia, porque MI casa deja de serlo cuando ya se me amenaza con correrme si uno no obedece y te somete, ah, la pubertad - a personas que NO quería recibir, porque siempre está esta confusión en los padres que suelen dar el avión a sus hijos, y donde los amigos que uno quiere se quedan afuera y aquellas espinas en los costados reciben pase libre hasta la cocina, porque saben manipular al adulto taimado estándard.


Y tampoco ayudaba que me forzaran a reaccionar "normalmente" y "con naturaleza" ante todo esto, un niño no puede ser políticamente correcto si esa no es su intención, a la fecha me como en palabras a los padres que pretenden moldear sus malas mañas por encima de la personalidad de sus hijos, ellos no están ahi para cumplir los sueños fallidos, ni como herramienta de autocomplascencia: si un niño se porta mal frente a las visitas, es porque el padre/madre de familia apesta, porque no le pone la atención debida en lo privado, y finge frente al público una estabilidad familiar que NO se tiene.


En algún punto esos eventos ya me resultaban tan incómodos, que me dolía la cabeza, la cara la sentía entumida por la sonrisa forzada y sentía una congoja que me ponía la borde de las lágrimas. Tan mal me fui poniendo que finalmente, el último que me celebraron en el formato acostumbrado, amenacé a mis padres con desaparecer si no paraban todo, despachaban a todos a sus casas, y me dejaban ser. Y asi lo hice: me oculté la mayor parte de la noche en una repisa -las bondades de la elasticidad infantil- y cuando finalmente fui descubierto, yo mismo despaché a todos ante la mirada de ira de mi padre y la cara de sopresa de mi madre, me fui a mi cuarto, me puse la pijama y me fui a dormir.

Tenía entonces 10 años, y cuando se me castigó con el látigo del desprecio y de la indiferencia, finalmente descansé en la intrascendencia de los cumpleaños futuros.


Eventualmente, la concha se convierte en la amnistía de todas las familias, y mis cumpleaños eran como los días del reparto de utilidades: recibía un monto determinado, con el cual me compraba alguno que otro sueño imposible, como cuando me compré mi SuperNintendo o mi propia televisión de 24 pulgadas, en los albores del salinismo.


Cabe hacer la mención que en el entorno y época en la que crecí, eso era un lujo de los pirrurris y catrines. Y no es que mi familia haya caido del triunfo del proletariado protoperredeista con sueldazo de clase media alta, a la reserva y el secreto resentimiento de la clase media baja-que-noes-miserable-pero-hay-que-ahorrar, sólo era una triquiñuela más de mi padre: al hacer creer a mi madre que eramos una familia modesta, podía ejercer impunemente su amor por los juegos de azar.




Hasta el año de 1996 volvi a celebrar un cumpleaños en grupo, con pastel al centro y sin sentirme sofocado, entonces invité a mis amigos y amistades anexas, en aquel renacimiento que para mi fue la adolescencia. Nuevamente volvia sonreir con cierta soltura, y sentí esa sensación de comodidad que alguna vez probé, y que redescubría con cierta cautela, pero en un entorno controlado por mi y en donde me encontraba en confianza.



Creo que fue entonces cuando convertí en mi tarea personal el transformar los onomásticos de mis alcachofas en celebraciones dignas del hijo de Luis Echeverría, cada víspera era una suerte de secretos planteamientos, adquisiciones, preparativos que se llevaban a cabo lúdicamente, y a espaldas de uno me ponía de acuerdo con el otro y la cereza en la punta consistía en hacerme buey un día antes: fingir un malentendido, asumir una responsabilidad inpostergable, decir que tenía algo mejor que hacer que asistir a ese cumpleaños, y esperar.

Y llegaba desorientado el homenajead@ a una ubicación indeterminada, donde ya encontraba su fiesta sorpresa, con su pastelote, sus regalos y un montón de cursilerías más. Me atrevo a afirmar que esos días yo era más feliz que el celebrad@.

Que mamones y sangrones son aquellos que usan la arroba como unificador de género, wey.


No es que yo sea santo en conato de beatificación, en verdad me ha costado trabajo sentirme cómodo celebrándome, y es que, aunque simple y rudimentario en su forma, mi trauma infantil me ha inhibido de tantas maneras, que a la fecha hay un halo de disconfort en que me hagan una fiesta sorpresa.

Y si recordamos que soy necio como pelos de señor Periquita, pues les platico de las que hago pasar a los que me rodean. Afortunadamente, ya no protagonizo tragedias cada 9 de julio, y la última vez tuve a mis costados a gente muy apreciada, la tranquilidad vuelve a mi después de mucho tiempo. Pero la cabrona viene lenta, qué le vamos a hacer.


Tengo 29 años, no siento todas ni cada una de las cosas que me han imputan para estas edades, como ese sentido de responsabilidad ,de plenitud y la necesidad de sentar cabeza -no se me da el yoga-, en general, hoy siento nada.


Pero cada quien crece de diferente manera, y confio en que un dia volveré a sentirme como en ese entonces; eventualmente, Maria Daniela me hará libre.




Ya me extraño.


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Atte.
El Hijo de Nadie


P.D. A propósito de los padres de familia de la raza cósmica, ya apunté en mi agenda el post, aún no termino con ustedes, cabroncetes.

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