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sábado, marzo 22, 2014

= Mi amigo, "El Colosio" =


El soundtrack de tu vida fue:  Toad The Wet Sprocket - Walk on The Ocean





Monumento a Luis Donaldo Colosio. Fuente: Wikipedia.


En 1994 ocurrieron muchos momentos que definen nuestra moderna realidad, vi una oportunidad de cambio morir y comenzó una de las relaciones más duraderas de mi existencia.




Somos el lugar que escogemos para sentarnos el primer día de clases.

Esto tiene cierta relevancia, porque la gente que frecuentamos en ese primer año es la que usualmente nos acompaña por el resto del nivel o de nuestra permanencia en esa escuela.

Resulta ser que yo siempre he sido la excepción a esa regla no escrita.

Desde que tengo memoria, fui siempre de relaciones sociales e interpersonales muy endebles; en el caso de la vida escolar, podía mantener la asociación con el salón en el que me ubicaban para estudiar, pero nunca tuve sentido de pertenencia con ninguno de los grupos que se formaban, aunque siempre me llevé bien con todo mundo, más no me "llevaba" con cualquiera (hay niveles, chavos).

Mientras fui niño nunca terminé de amoldar en ninguna "palomilla", nunca fui el adjetivo de ninguna banda, nunca tuve un "mejor amigo"; a pesar de que hubo 2 que 3 niñas y niños que alguna vez me tuvieron esa consideración; hasta la fecha, aún siento algo de culpa por no hacerles aclaración alguna, pero nunca quise lastimar los sentimientos de alguien que me caía bien, y que me tenía en tan alta estima.

Luego, pasé los años más raros e indeseables de mi existencia: la secundaria.

Venía de ese capítulo escolar con una profunda cruda emocional que me ponía en una posición tanto vulnerable, y estaba muy a la defensiva.

No me sentía deprimido, pero si sentía cierto disconfort por lo recientemente vivido.

En esas andaba cuando entré a estudiar a la preparatoria.





-1-



En 1993, en México había pasado cerca de 70 años de gobierno ininterrumpido bajo la "tutela" de la Revolución Institucional, y estábamos en el crepúsculo de la más reciente presidencia imperial: Carlos Salinas de Gortari estaba terminando su mandato.

El México salinista nuevamente vuelve a coquetear con una noción de pertenencia mundial, siempre a través de la ventana predilecta para estos menesteres -Estados Unidos-; mientras en Europa se está gestando la zona euro, en México se ha firmado el Tratado de Libre Comercio, lo que pone fin al pujante comercio de la fayuca, los aranceles se venían desplomando y poco a poco comenzamos a percibir cierto emparejamiento económico y social (no muy diferente al actual y muy cacareado Mexican Moment) y una accesibilidad a un estilo de vida que, ya infatuados, se nos figuraba un acercamiento al llamado primer mundo (EU), para salir del tercer mundo (Latinoamérica y sus primas feas).

En resumen, México andaba muy pretensioso en esos días.

En el México de los noventa la noción popular de la política es algo que no se analiza con las palabras, sino que se aprecia con el regurgitar de las vísceras, que se parece mucho al acto de chupar un dedo y levantarlo al firmamento, para ver de dónde vienen las ideas políticas. 

Aún no nace la excipiente democracia mexicana, y la oposición política está en sus años maravillosos: desde su indignado y "protestante" púlpito han tejido durante años el cuadro dramático y lacrimoso sobre el gobierno y la Revolución Institucional que, años mas tarde, serviría para negarnos a nuestras raíces negras, con fatídicos resultados.

A pesar de esta efervescencia "ideológica" y militante, es dentro de la Revolución Institucional donde nace el nuevo suspiro de la esperanza para este país, hambriento de caudillos y de líderes, de figuras fantásticas que nos libren de la tentación y nos saquen de esa noción derrotista y agachada en la que hemos nacido, como pobrecitos limantoures que nunca pueden lograr la felicidad.




Luis Donaldo Colosio Murrieta. Fuente: link.



Luis Donaldo Colosio no se parecía a ninguno de los políticos tremebundos, cejones, malencarados y aplatanados que normalmente aparecían sexenio con sexenio en el destape ceremónico. Siendo Salinas un presidente mas bien joven, Luis Donaldo parecía el mejor rostro para esa continuidad: Un hombre de trato franco, de voz clara y apasionada, llegaba y declamaba a los oídos de los mexicanos con un discurso completamente opuesto al priismo ideal estándar: concreto, muy bien artículado, aterrizado, pero terriblemente esperanzador.




John F. Kennedy. Fuente: link.


Con lo mucho que nos gustan las analogías en este país, no faltaba quien lo considerara nuestro John F. Kennedy de petatiux, y apropos de nuestro dulce sueño aspiracional, los vientos del cambio finalmente se sentían en el ánimo social.





-2-




Era tal el furor de este nuevo "delfín-chulada-de-maíz prieto", que hasta el nombre estaba presente en la mente de unos imberbes y desmadrosos estudiantes de una preparatoria en el DF -incorporada a la UNAM-, que se encontraban platicando de política sin entrar en la clásica alharaca de ideologías, mitos, ocurrencias que pasan por hechos y la muletilla por excelencia: el pesimismo.

Como si tuviese pulgas en la cola, no dejaba de cambiarme de asiento; aún no hallaba dónde pasar el primer año y andaba tentando las aguas en todos los sectores del salón.

Mientras luchaba con la ansiedad juvenil y en lo que no me hallaba, ocurrió que tuve uno de esos momentos de honestidad brutal con un profesor, hecho que hizo reír a uno de mis compañeros.

No presentamos: tenía un carácter afable, mas tranquilo y relajado que el resto de nosotros.

No hacía el intento por hacer plática artificial, lo cual me resultaba cómodo. Muy propio, pero al mismo tiempo cordial, instintivamente inspiraba confianza. Era poseedor de una dicotomía muy extraña: era inteligente, mas no era pedante; al momento de hablar era práctico, se notaba un acento ligeramente popular, de barrio, pero con un dominio de la palabra envidiable.

Se daba a explicar calmadamente, pero al momento de exponer era apasionado: no temía decir lo que pensaba, mas nunca perdía la compostura, y sabía aprovechar lo que decía la gente que lo interpelaba, logrando algo muy complicado para esta época y este nivel escolar: un mutuo entendimiento.

Un ocurrente -que también pecaba de buen observador-, encontró cierta similitud, y se le ocurrió ponerle de apodo "El Colosio".

Las risas fueron iminentes, así como las burlas y los arremedos que, paradójicamente, eran en realidad imitaciones del estilo discursivo priista: voz engolada, pausas soporíferas, retórica grandilocuente y gesticulación torpe y engarrotada.

Ocurrió que El Colosio, ya en confianza, nos mostró otro de sus talentos: era un excelente imitador. A manera de clase, nos enseñó las diferencias entre el discurso y el modo de hablar de Salinas de Gortari y Cuauhtémoc Cárdenas, acto seguido comenzó a imitar a los maestros, terminando de cautivar a propios y extraños.

Tanto sus acciones como su mote crearon una noción de respeto a su persona: en él veíamos reflejado algo que inspiraba lo mejor en aquellos que lo frecuentábamos, y que al mismo tiempo era tan mundano y terrenal; tenía un sentido de la responsabilidad que nunca chocaba con su capacidad para divertirse.

Con El Colosio podíamos sentarnos a estudiar o ir a las maquinitas y pasar hora y media en franca vagancia; ir a los trabajos de campo, cumplir con la asignación y aprovechar el tiempo explorando.



-3-



Era 1994, y mientras nuestro querido profesor Isidro Durán Keb hacía el esfuerzo por enseñarnos Historia, pensamiento crítico y algo más, el nuevo grupo que se formó alrededor de El Colosio comenzó a experimentar con toda suerte de entretenimientos.


A falta de las aguas locas, choking games y todas las demás linduras que existen hoy, un miércoles 23 de marzo de 1994, El Colosio se soltó la greña: llevando la muda de ropa adecuada, terminando las clases nos fuimos todos a un deportivo a jugar basket. 


A pesar de su confesa torpeza para los deportes, tanto El Colosio como yo terminamos anotando más canastas que el macho alfa residente, que ante las payasadas y el providencial tino de chiripa que traíamos, gritaba exasperadamente y le daba el soponcio.

Regresando a mi casa me dí un baño con agua caliente, y en mi cuarto, al prender la tele se desató la histeria.

Reportes confusos, indignación, una noticia que se repetía una y otra vez: Lomas Taurinas, atentado, Luis Donaldo Colosio.

Cada momento iba subiendo en la escala surreal: la persona en el sitio no era unos de los rostros habituales de las noticias, sino Talina Fernandez, la señora de voz grave que salía en los programas para el hogar que le gustan tanto a Lucyfer.

La propia Lucyfer entraba de empellón a mi cuarto con voz alarmada (hasta la fecha tiene esa mala costumbre), y olvidando lo que iba a decir sólo alcanzó a decir: "¿es esa Talina Fernández?".

Tumefacto por el calor, el pelo mojado se me secó mientras veía la vorágine de confusión que devoraba a este país.

Cuando finalmente fue declarado muerto, sentí que algo había cambiado: ese día algo muy importante se había perdido, aunque por la edad y la entonces falta de interés por la política, no lograba dimensionar del todo.



Era una extraña melancolía la que me acompañó esa mañana a clases. 

Saludé a El Colosio, me senté y esperamos, inútilmente, la primera clase. El ocurrente llegó, se sentó en su lugar, volteó mirando extrañado y dijo: 

-Ah, caray, ¿pues no que estabas muerto?

Soltamos las carcajadas. Seguimos riendo y jugando con la idea: "es que es inmortal", "es que era su doble el que se tronaron", ".para mí que sólo era para faltar a clases".

Alguien dijo "que bueno que no estás muerto", y las risas se desvanecieron. 

La broma se había acabado.




- ✝ -


Durante 20 años Luis Donaldo Colosio se ha convertido en el santo patrono de nuestro panteón mitológico-político, y cada aniversario luctuoso es inútilmente desperdiciado entre el falso duelo y en vislumbres del México que hubiera sido si Colosio hubiese llegado a la presidencia.

No perdemos oportunidad para llenarnos la boca con su nombre: elaboramos las acostumbradas teorías conspiracionales, leemos reflexiones de analistas, escuchamos testimonios, doramos la píldora de los trágicos sucesos posteriores a su muerte, le entramos sabroso a la pantomima farisea y rasgamos nuestras vestimentas mientras seguimos echando inmundicias en la memoria de un buen hombre, que no tuvo la oportunidad de crearse la leyenda que le confeccionamos.

A la vuelta de los años, la analogía Luis Donaldo Colosio - John F. Kennedy es mucho más estrecha de lo que nos gustaría admitir, no sólo por el simbolismo y el culto al personaje, sino por la vergüenza y el silencio que rodean sus asesinatos.

Cualquier oportunidad de encarecimiento o cierre ha pasado a segundo plano: importa el mártir y la figura, no el atentado, no el encubrimiento, no los culpables, no la verdad.

El asesinato de Lomas Taurinas es el evento que probablemente puso fin a 70 años de gobierno de la Revolución Institucional, y es una pena decir que no hemos prosperado mucho desde entonces. 

Lo preocupante, es caer en la cuenta que no existe la confianza en los órganos de procuración de justicia ni la imparcialidad para administrar justicia en este país, y que probablemente la impunidad ya no es cruz de un partido, sino un problema cultural que tendremos que resolver los particulares, pues los gobiernos en turno hacen lo que sus intereses mandan.

El Colosio, me ha honrado durante 21 años como amigo.

No es adulación decir que mi vida es mucho mejor desde que él forma parte de ella, tampoco sobra decir que su presencia me ha convertido en una mejor persona.

Mi concepción del mundo se ha visto infinitamente enriquecida por su influencia, y he compartido algunos de los momentos más memorables en su compañía, y la de su esposa, los cuales forman parte de mi familia, por la legitimidad que nos dan los sentimientos.


El Colosio se ha convertido en un hombre admirable, que sigue generando una diferencia importante, benéfica en todo aquel que ha tenido el placer de conocerlo. 


Tal vez si dejáramos de rondar los cadáveres de los grandes postergados del pasado, y volteáramos a ver a las mujeres y los hombres que hoy están trabajando -determinante o modestamente- por hacer de este lugar un lugar digno para vivir, tal vez caigamos en la cuenta que la grandeza que buscamos en la memoria de hombres como Luis Donaldo Colosio no es inherente de una persona, es una opción posible y real para todos nosotros.


Es entonces, que me surge la única pregunta pertinente en esta fecha: por nosotros mismos ¿hasta dónde queremos llegar hoy?


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Atte.


El hijo de Nadie



martes, marzo 04, 2014

= Cápsula del tiempo III =



El soundtrack de tu vida es: Ane Brun - Do you Remember








El anuncio muestra la publicidad de la marca californiana VIDITRON en una revista, para los dos formatos de video cinta disponibles en el mercado en 1986: BETAMAX y VHS.



En los albores del vídeo en casa comenzaron pequeñas industrias que giraban en torno al nuevo producto; algunas de las marcas que hoy elaboran medios grabables -DVD-Rs, Memorias flash USBs, BD-R- tuvieron sus orígenes en este boom, como la japonesa TDK.



Históricamente, la guerra de los formatos comenzó entre 1974 y 1975 en Japón, cuando Sony presentó su prototipo de videocinta casera llamado simplemente "Beta"; originalmente un compañero de desarrollo para Sony, la marca JVC daba un giro a la historia y anunciaba su propio formato el mismo año, con planes de presentarlo en un futuro cercano. 



A pesar de los intentos de Sony para boicotear a JVC, a través de sus contactos con el Ministerio de Economía, Comercio e Industria de Japón, para que ésta abogara por Sony frente los principales manufacturadores de electrónica japoneses, sólo 2 de  los 6 gigantes tecnológicos acordaron apoyar el formato de Sony (para entonces rebautizado como BETAMAX), mientras los demás decidieron esperar a JVC. 

El Video Home System (VHS) salió a la luz en 1976, y la Guerra de los Vídeoformatos comenzó formalmente por todo el mundo.



Para 1988 la batalla estaba ganada: VHS superaba BETAMAX por cuestiones de precio y duración de cinta. Sony Japón siguió produciendo BETAMAX hasta una tercera generación, con una calidad de vídeo cercana al futuro estándar DVD. Sony comenzó a producir sus primeras videograbadoras VHS en 1989.



En México, los primeros video reproductores que llegaron eran del formato BETAMAX, y estos se volvieron asequibles para los mortales hacia 1989. 



A principios de los noventa, el formato VHS sustituyó casi en su totalidad a la BETAMAX, pero todavía se podía encontrar a la venta cassettes vírgenes Beta, pues decían los reproductores/grabadores amateurs y profesionales que grababan en mejor calidad.

Muchos de los que teníamos videocasetera adquiríamos los videocasetes vírgenes en la fayuca, donde era más barato que en tiendas departamentales.



Ambos formatos desaparecieron completamente para principios del siglo XXI, cuando el formato láser había sustituido completamente el material comercial a la venta-películas, discos vírgenes y piratería.



¿Quién se acordará de la BETAMAX cuando hayamos muerto?


Sepa.




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 Atte.  


El Hijo de Nadie





Fuentes

Videotape Format War, Wikipedia

- Joshua M. Greenberg, Joshua M. Greenberg, From Betamax to Blockbuster: Video Stores and the Invention of Movies on Video, MIT Press, enero 1, 2010, ISBN 0262514990, 9780262514996
Michael A. Cusumano, Yiorgos Mylonadis, y Richard S. Rosenbloom, Strategic Maneuvering and Mass-Market Dynamics: The Triumph of VHS Over Beta, Borrador, MIT, Marzo 25, 1991 (PDF)

viernes, enero 24, 2014

=Cápsula del tiempo II: Falsa semblanza de Alma Muriel =


El soundtrack de tu vida fue: Lucía Mendez - Un alma en pena



Pasé años sin pensar en Alma Muriel, antes de encontrarme con este anuncio en una revista amarillenta en la tercera de forros:





Durante muchos años esta actriz interpretó el papel de Juana I de Castilla, o Juana la Loca, en la puesta en escena Falsa crónica de Juana la Loca de Miguel Sabido, que promociona este anuncio que data de mediados de los ochenta.

En la época recuerdo haber visto y escuchado de manera insistente en todos los medios locales la presentación de esta obra, de la cual me arrepiento de nunca haber ido a verla.







Alma Muriel nació en la Ciudad de México, 20 de octubre de 1951. Su carrera comenzó  durante los sesenta como modelo con 16 años cumplidos, y para finales de esta década debutó en el cine con la película Lío de faldas (1969).


Ella pertenece a la generación de actrices y actores de mediados de los setenta y principios de los ochenta, de donde surgieron muchos notables como Ana Martin, Gonzalo Vega, José Alonso, Héctor Suárez padre (que tiene un repertorio notable en esta época), Isela Vega, un ya adulto Roberto Cobo -que en estos años protagonizaría una de las mejores películas de Arturo Ripstein: El rincón sin límites (1978)-, entre muchos otros.

Este momento mágico de la actuación en México se distingue por la aparición de películas y puestas en escena de obras que retrataron algunos de los temas tabúes de la sociedad mexicana, que pusieron en escena al barrio bravo y las zonas marginales, que colocaron en los protagónicos a una clase trabajadora sin maquillaje ni falsos romanticismos,  y que retrataron con fidelidad la modernidad y la decadencia.

Muchas de estas joyas vinieron a resquebrajar las nociones del México tradicionalista y conservador, y que pusieron en la mente de una generación ideas como la equidad de género, que lamentablemente tardaron casi 15 años en cuajar en la sociedad.

No sólo es notable su participación en cine y teatro, también incursionó con mucho éxito como villana de telenovelas, de las cuales la única que me interesa mencionar es esa joya kitsch llamada El extraño retorno de Diana Salazar, una de las llamadas "superproducciones" de Televisa que vale la pena recordar, primero por combinar un indirecto beneficio didáctico, al permitir dilucidar la época del Virreinato y los años de la Santa Inquisición en la Nueva España al público televidente, y segundo porque la trama no tiene desperdicio: 

Leonor de Santiago (Lucía Méndez) es la hija de un comerciante influyente en la Zacatecas villreinal de 1627, que manifiesta habilidades sobrenaturales. Su rival en amores, Lucrecia Treviño (Alma Muriel) la delata como bruja con la Santa Inquisición, y la queman viva en una plaza; por azares del destino, también se truenan al interés romántico de las dos por herejía. Desolada, Lucrecia se suicida colgándose del cogote. En la "época moderna", Diana Salazar recuerda entre sueños su vida pasada, reencontrándose con su amor y su enemiga, también reencarnados y mejor peinados. Con los sueños se vuelven a manifestar sus habilidades, ahora identificadas como telequinesia.

Ciencia ficción, romance, brujería, pasajes históricos: todo tenía la mentada telenovela.


A continuación enumero una breve filmografía para el lector nuevito/millenial que ni sabe de lo que estoy hablando:


Luna de sangre (1982), Retrato de una mujer casada (1982), D.F./Distrito Federal (1981), Que viva Tepito! (1980), Amor libre (1978), Cuando tejen las arañas (1977), Lo mejor de Teresa (1976), Mecánica nacional (1970), Las chicas malas del padre Méndez (1971), Papá en onda (1970), ¿Porqué nací mujer? (1970)


Aquí les dejo una de las películas que más me gusta de ella: Retrato de una mujer casada, de Alberto Bojórquez (1982)






Empezamos este año más pobres, no por las reformas encajosas del gobierno retro que nos cunde, sino por el fallecimiento de Alma Muriel el 5 de enero.




Nadie hablará de su voz aterciopelada y ligeramente grave cuando hayamos muerto.


O quién sabe: por si acaso, hay que digitalizar su filmografía y aventarla al espacio.





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 Atte.

 El Hijo de Nadie

sábado, noviembre 02, 2013

= 1986 =

El soundtrack de tu vida fue: Soda Stereo - Cuando pase el temblor



Ocurrió que un día la tierra se movió, y un cisma ocurrió en mi vida.


Querido diario:





Esta no es la historia de una tragedia, sino el recuento sobre una existencia que ya es lejana, pero a la que nunca le puse punto final.

Después de mucho pensarlo durante años, he tomado la decisión de dejarlo salir, para que supure lo que tenga que supurar. Estoy en un momento en que necesito quitarme cosas que ya no me sirven, entre ellas los paradigmas familiares.

Porque durante años creí muchas cosas: algunas resultaron certezas, otras eran producto del pensamiento fantástico que me ha dominado siempre.

Y todo comenzó cuando era niño.

No puedo decir que tuve una infancia triste: todo lo contrario.

Lo que traigo a cuestas, es algo completamente diferente.





= I =


Los primeros años de mi vida parecen estampas de alguna monografía cursi: viví en las inmediaciones del Centro Histórico, en la Colonia Tabacalera.

Jugué en el montículo abandonado que dejó El Caballito original -hoy arruinado gracias a la burocracia del Defe-, y que permanecería como una loma floreada por muchos años, hasta que se estrenó el Caballito adefesio de Sebastián en la década de los noventa.





Los caballitos de Reforma. Fuente: Link.



Dice Lucyfer, mi mamá, que a mí me gustaba ir al metro a pasear: imagino que el STCM de la época se prestaba para ello.

Los domingos íbamos al atrio de la iglesia de San Fernando, en la esquina de Puente de Alvarado y Guerrero, donde hay unas fuentes brotantes en le suelo marcando el paso hacia la entrada de la iglesia, y donde las palomas suelen posarse, en pos de alguna migaja que arrojen los fieles y los visitantes.

Recuerdo que siempre me guardaba una bolsa con trocitos de pan Bimbo para irlas desperdigando al suelo y atraer a las palomas: justo cuando se encontraban reunidas a lo largo del patio, salía corriendo hacia los arcos que dan a Puente de Alvarado, haciendo que volaran hacia todos lados.



La plaza-iglesia-cementerio de San Fernando. Fuente: Wikipedia.


Mi familia vivía en 2 departamentos en el número 6 de Puente de Alvarado. Esta suerte de conjunto de viviendas-departamentos, estilo vecindad, tiene 2 entradas: una da a la calle de Puente de Alvarado, y la puerta en la parte de atrás, a la calle de Ignacio Mariscal.

En las mañanas salíamos por Puente de Alvarado para ir a la escuela, y regresábamos por Ignacio Mariscal para dejar la mochila y la lonchera, e íbamos al puesto de licuados de Rudy, a unas cuadras.

A veces, tocaba ir a pasear a la explanada del Monumento a la Revolución, donde muchas veces se me prometió que me iban a enseñar a andar en bicicleta. Aprendí en otras circunstancias, muchos años después.



El monumento a la Revolución, cuando todavía tenía en exhibición una antigua locomotora
Fuente: Wikipedia.


En esta época no había tiempo para la introspección, sólo para la rutina: los juegos, las travesuras, las clases, las aventuras, los paseos, las lecturas, los sueños.





-II-





Vino el temblor del 19 de septiembre de 1985, y en la réplica mi familia salió huyendo de Puente de Alvarado.



Foto: Tony Burton. Fuente: Link.


En la calle, con mi hermano en brazos, mi papás y mis tías tomaron la decisión de abandonar nuestro hogar.

David, mi papá, le pedía a Maya y Luly, mis tías, que juntaran todas las sábanas, cubrecamas y cobertores que pudiesen cargar. Mi papá fue por su portafolio y una maleta.



Lucyfer estaba con nosotros en el coche, haciendo todo lo posible por evitar un ataque de histeria: la réplica nos había agarrado a la hora del baño, mi hermano y yo estábamos encuerados bajo la toalla y las sábanas que ella alcanzó a tomar antes de salir despavorida a la calle.




Recorrimos las calles, quedamente alumbradas por las pocas luminarias en pie, cruzamos la Calzada México Tacuba en dirección al norte.


Eventualmente llegaríamos a la Colonia Obrero Popular, a la casa de mi abuelo.

El primer recuerdo que tengo de esta casa era el abundante pasto verde que salía por el borde inferior de la puerta, un pesado tajo de metal en color ocre.

El interior era un terreno grande, completamente cubierto de pasto, tan alto como yo a mis 7 años. A la derecha estaba la casa del abuelo: una casa con techo de lámina de un agua al frente, ventanales con enormes herrajes y sin cristales, cuya construcción cubría la mayor parte de la pared derecha del terreno.

Mi papá y yo pasamos un rato despejando el paso: recuerdo que le ayudaba arrancando los bordes más pequeños, mientras él arrancaba los brotes tupidos con sus enormes manos. 

Al parecer la casa se limpiaba regularmente, pues estaba habitable cuando llegamos.

Lucyfer, Luly y Maya comenzaron a limpiar la casa, mi papá se subió al coche y se regresó a la Tabacalera por más cosas -cosa que no le gustó nada a Lucyfer, que estaba al borde del soponcio.





Mi hermano y yo nos sentamos afuera, ya vestidos y sobre una colcha sobre el terreno fresco, recién despejado.

Esa noche dormimos todos juntos sobre los muebles y colchones que había en la vivienda, acondicionados con sábanas y almohadas en un cuarto amplio, con cartones y sábanas sobre las ventanas.

Todos juntos, como nunca antes, como nunca después.

Los siguientes días fueron productivos, y educativos: mientras mi hermano y yo explorábamos el terreno y la casa, mi familia comenzó a renovar la vivienda: vinieron a limar los herrajes de las ventanas y de las puertas, se sustituyó el trozo de metal con una puerta de acero, no tan pesada, con ventanillas en la parte superior, que estaba puesta en una de las "bodegas" del fondo. El exterior lo pintaron de blanco; la fachada, de ladrillo, se cubrió con yeso y se pintó de blanco con una franja roja.

Esta es la apariencia que muchas de mis amistades recuerdan de la casa de mis papás, antes de que se me ocurriera pintarla de azul PAN, sin ninguna razón en particular que darle variedad.


Al final, hicimos de la casa del abuelo nuestro nuevo hogar.

Al fondo del terreno había un montículo de tierra y piedras, tan alto como las paredes, con bordes en ciertos puntos que lo hacía escalable.

Pasé muchas tardes trepado ese lugar, cruzando por ahí al terreno baldío contiguo, al menos mientras existió.

Mi familia parecía más unida que nunca, pero al poco tiempo comenzaron los roces, y los feudos.




- III -




Una pregunta que nunca me hice, tal vez porque nunca encontré una razón, era porqué Maya vivía sola en un departamento, completamente separada de nosotros.

En poco tiempo comenzamos a entender porqué: ella era de carácter difícil, proclive a discutir a la menor provocación, tanto con su hermano y hermana como con Lucy, que normalmente le daba por su lado para evitar problemas.

De apariencia adusta, y de carácter serio y extricto, Amalia era la tía solterona que nunca formó una familia, y vivía cerca de nosotros por conveniencia -tanto mi papá como mi mamá trabajaban, y siempre nos cuidaron las tías. 

Por otro lado, mi papá era emocionalmente dependiente de su hermana: podían desgañitarse a gritos y montar las escenas más engorrosas, pero nunca se separaban.

Toda la información que tengo de mi familia paterna la obtuve de las "habladas" que se echaban cuando se ponían punks, y posteriormente revisando sus documentos cuando el destino los alcanzó.



Cabe hacer la mención que mi familia paterna adolece de un carácter veracruzano categoría "pueblo chico, infierno grande": proclive a discutir por todo y por nada, dados al insulto, la humillación, los arranques frenéticos ("me voy a meter un balazo y a ver quién te pela"), los extremos, el llanto y la bilis, puertas azotando, vasos y trastes volando contra la pared, gritos a las 11 de la noche.


Ustedes saben.






Aparte, la casa era lo suficientemente amplia para habitarla todos, pero nos daba poco espacio para darnos un respiro.



Fue en esos años que me hice mas apegado de Lucyfer: a ella francamente no le importaba seguir el hilo de la discusión, sino parar el problema.

Probablemente a mi mamá le faltaba mucha destreza para lidiar con las discusiones verbales, y le faltaba criterio o para lidiar con los problemas de la familia y los propios, pero la intención y el esfuerzo que hizo, y que haría a partir de este momento fue pieza clave para que esto no se convirtiera en el "nido de la perra".

Hoy que volteo para atras, aún me sorprende y me conmueve su capacidad para aguantar tanto.

A pesar de tanto griterío y drama, considero que no estábamos tan tirados a la calle: aún teníamos -creo yo- una oportunidad para centrarnos y ponernos al tiro; en este momento y en este lugar de nuestra existencia común, aún buscábamos maneras de resolver las diferencias, hasta podíamos disculparnos después de arranques de gritos y sombrerazos.


Durante ese impasse, ocurrió un evento que sellaría nuestro futuro: mi abuelo falleció.

En estricto cumplimiento de dogma pueblerino (que siempre tuvimos arraigado muy en lo oscuro), la hermana más joven de la familia Enriquez se había quedado sin nadie a quien cuidar, y vendría a vivir al Defe.

Tú me has leido mencionarla antes, querido diario: Tetencha llegó para quedarse, y nos cundiría hasta el final de sus días.


Nuestro cisma había comenzado, y aún no lo sabíamos.



= IV =  



Con los años, esta convivencia forzada nos trajo muchos sinsabores.


Ha pasado mucho tiempo, mi vida es otra; pero siempre he sentido que estos momentos los traigo pegados -seguramente, en algún lugar que no me alcanzo- a lo largo de las décadas, de norte a sur, buscando el momento y lugar para alcanzarme y sellarme.

A veces me pregunto qué tan diferente sería mi existencia si no hubiese vivido esos años.


Pero lo único que tengo ahora es la experiencia de esa vida, y la oportunidad de comenzar a rellenar ese cisma, y ser felíz por lo que me quede de existencia.







Tan-tán.





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 Atte. 







 El Hijo de Nadie