El Rey Lama es un torbellino de pasión tibetana, hombre de apetitos voraces y de una sexualidad sumamente sudorosa. Aqui, después del cálido recibimiento de nuestro jefe de gobierno capitalino, lo vemos agasajándose con Juan Ramón de la Fuente, a quien examina minuciosamente, mientras le retira prendas al son de "mucha ro-pa, mucha ro-pa..."
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