viernes, febrero 28, 2014

= Do, Re, Egon =


 

El soundtrack de tu vida es: Jackie Wilson - Higher and Higher.




Egon. Fuente: link.



Corrían los años ochenta -1984 para ser exactos- y era el verano de la locura: tocaban a Cindy Lauper a todo lo que daba el estéreo -de doble casetera- en la lonchería de atrás de mi casa en Puente de Alvarado, y el american way of life causaba serios problemas de identidad a quien crecía en ese micro boom anglosajón: comíamos tortas y tomábamos coca cola, veíamos los Duques de Hazard y corríamos en el colectivo cocodrilo, mientras comenzábamos a gestar la cultura de la mala educación que hoy nos cunde.

Los avezados locutores e informadores comenzaban a experimentar con el inglés medianamente pronunciado: faltaba mucho todavía para los listillos con pronunciación estilo Martha Debayle, y los lectores de noticias / conductores de programa  osadamente aventaban un "Maicol Yakson" en horario estelar, sintiendo que la universalidad les poseía.

El que vivía informado de los medios locales podía ver asormare en la tele un modesto vestigio del "mundo afuera de nuestro mundo", que en realidad era sólo el malafama país vecino, dando un poco de razón a la famosa frase de Carlos Fuentes: USA nos venía a deslumbrar.


Yo tenía un vecino llamado Manolo, que era un niño de unos 13 años y que vivía en el departamento de arriba. La familia de Manolo viajaba con cierta frecuencia a Estados Unidos, y "del otro lado" le traían regalos que se convirtieron en la colección de juguetes más fabulosa (de la época) que uno pudiese imaginarse: poseía una de las colecciones más abundantes de figuras de Star Wars, una camisa de He-Man original, versiones de Operando y el Juego de las Pulgas en inglés y una máscara de Yoda que daba risa, y miedo.

Manolo a veces me cuidaba cuando Lucyfer o mis tías necesitaban salir a la calle, y se bajaba sus mejores juguetes para pasar el tiempo.

En esas andábamos todos cuando comenzó a presentarse en cartelera la película Los Cazafantasmas.







Manolo fue uno de los primeros en ver la película, hecho que le resentí mucho, pues me había prometido que la iríamos a ver juntos. La verdad no me extrañaba, seguramente mi papá de lo prohibió.

Entonces tenía 6 años, y a pesar de que la opinión de mi papá no era tan conservadora con las películas, los adultos solían tenerme miedo por la forma en como reaccionaba a los estímulos: según Lucyfer, mi papá me llevó a ver una película de vikingos a los 4 años, y regresando lo agarré a escobazos mientras gruñía y aullaba, emulando la película que acababa de ver.

Mi tía Luly, que en la época acababa de salir de la adolescencia y que desconocía lo anterior, se compadeció de mi.

 Aprovechando una cena de mis papás, me llevó a a escondidas a ver la función de las 6 PM. Recuerdo vagamente pasar escondido entre sus faldas, probablemente no tenía la edad para ver esto.

Este unos de los momentos que más definen mi infancia: mi tía cagada de la risa conmigo en las butacas listos para ver lo prohibido. Recuerdo haberme sentado en la butaca sin replegar, pues no había otra forma para mí alcanzar a ver la película.

Pasé toda la semana siguiente corriendo y azotándome contra los adultos, esperando tumbarlos y embarrarles baba verde como Pegajoso (que entonces todavía no genía nombre). Mi tía no sabía dónde meterse.


Los años siguientes seguí buscando por todos lados todo lo que pudiese encontrar sobre los Cazafantasmas.

En los momentos posteriores al temblor del 85, recuerdo haber cortado con una racha de miseria personal descubriendo la caricatura de Los Verdaderos Cazafantasmas en el canal 13.





A pesar de lo insoportable que era mi vida entonces, un episodio de esa serie cortaba de tajo con mis conflictos y me hacía felíz, de una manera que me cuesta hoy trabajo dimensionar.

Fue en esta época en que comencé a sentir mayor afinidad con Egon Spengler, el seco y serio científico con gustos peculiares, el cazafantasma poseedor del marco conceptual y referencial de una biblioteca en la cabeza y que gustaba de usar las analogías más mundanas.





Egon Spengler en las caricaturas.




A escondidas y en la casa de alguien más, en una horrible copia de VHS logré ver la segunda parte de los Cazafantasmas hasta 1992.

Fue una sorpresa y un quiebre con mis paradigmas ver a Egon, un personaje más bien serio, ejecutar el momento más fino y divertido de la película:





La comedia era mucho más sofisticada y menos estrepitosa que la primera, pero no podía dejar de verla una y otra vez hasta el hartazgo.

Ghostbusters es una película de culto: los fans seguimos consumiendo con avidez todo material que sale de la franquicia, cómics incluidos.

La película fue originalmente planteada como una comedia, pero en la realidad la película redefinió la dinámica argumental de las películas épicas de acción, a las que, aparentemente se intentaba parodiar.

Los posteriores héroes de acción son tan notables como sus claroscuros: los momentos climáticos de la acción no son nada sin los chascarrillos que ejecutan entre pausas; el ejemplo más claro es la serie Arma Mortal

Lo que en ese momento no se podía vislumbrar, es que esta película de culto en realidad era otro eslabón de una serie de colaboraciones cómico-creativas entre los mejores cómicos norteamericanos de esa generación, cuyo centro constante estaba compuesto por Harold Ramis y Bill Murray.

Bill Murray sería punto de coincidencia con muchos otros de mis momentos cinematográficos placenteros, ciertamente disfruto hasta la más miserable de sus participaciones en la pantalla. 

*Zombieland incluida*.

Pero atesoré el regreso de Egon, y siempre permanecí extrañado de su subsecuente ausencia en la pantalla.

Para Ghostbusters, Murray y Ramis hicieron equipo con Dan Aykroyd, joven promesa de Saturday Night Live, e incluyeron al enclenque y morbosamente gracioso Rick Moranis, cuya carrera está compuesta de caracterizaciones de hombrecillos nerviosos.

Murray, Aykroyd y Ramis formaron una magnética terna que nunca más se ensambló en otro proyecto fuera de la segunda entrega de Ghostbusters.



La jocosa trinidad. Fuente: link.


Pocos saben que era Harold Ramis el cerebro detrás de la sutil, pero elocuente y progresista trama cómica en Ghostbusters, y que lo convirtió, detrás de los reflectores, en uno de los autores de comedia casuística norteamericana más importantes de finales del siglo XX.

En todas sus colaboraciones juntos, Ramis aportaba un libreto brillante, y Murray aportaba una desenfadada, pero diestra interpretación.

Este esfuerzo creativo tuvo un ensayo previo: Stripes, o El pelotón chiflado: es una joya perdida de la cinematografía gringa, una cinta cuyo nivel de comedia se acerca mucho al caótico vaivén de los hermanos Marx, y que mantenía un elogiable balance entre la picardía adolescente y el wisecrack (o puntada), manteniendo un nivel de humor harto  inteligente, que sería el sello de sus futuros trabajos juntos .


Murray y Ramis en El Pelotón Chiflado. fuente: IMDB


Stripes contaba con otro veterano de la comedia de los años ochenta: John Candy, el célebre Tío Buck.


Es lamentable saber que Groundhog Day fue el último trabajo de Murray y Ramis juntos, en parte por diferencias creativas (Murray quería alejarse de la comedia, y Ramis zambullirse en ella).

Ramis dejó los reflectores y comenzó una fructífera carrera como escritor, guionista y director, trabajó incansablemente con la comunidad de comediantes norteamericanos en películas, series de tv, animaciones y hasta en videojuegos.

Anque sus posteriores presentaciones frente a las cámaras se cuentan con los dedos de la mano, su aportación a la comedia gringa deja su digna marca en las tramas que su brillante humor gestó, entre ellas The Groundhog Day (Hechizo del Tiempo), Al diablo con el diablo (Bedazzled) , La versión gringa de The OfficeAnalizame (Analyze This), entre otras.



¿La divina comedia? Fuente: Link.



Harold Ramis falleció el 24 de febrero de 2014, antes de cumplir los 70 años. Si lo vimos otra vez actuando, francamente no lo identificamos.





 Algún amante del humor de Ramis ubicó la locación que se usó como el cuartel de los Cazafantasmas en las películas, y dejó un muy sentido homenaje a un hombre que sólo nos quería hacer reír.

Ciertamente lo logró.




Memorial en Tribeca, NY. fuente: link.






==========================================




 Atte. 



 El Hijo de Nadie

No hay comentarios.: