Querido diario:
Para sopesar crudas y "sobremesear" el orgasmo social del Viernes Santo-Beckquero, nos encontramos un Enésimo Nemo, la Poquianx de Nemo, Barberena el bailador y su servilleta en esa esquina marcada por el destino, por el mercado de San Cosme y una cochinita en hoja de plátano que es altamente adictiva, a fin de digerirla frente a una cocacolota y platicar de las impresiones del día anterior.
Has de saber, querido diario, que salvo enormes excepciones, mis mejores momentos vienen con el viento, salen de la nada, son producto de la improvisación. Esta ocasión, no fue una excepción.
Nos vimos frente a la virtuosa hada madrina Florecita, que nos prometió diversión sin límites, nos paseó por la Roma, hablamos de ese centro de descuentos y felicidad instantánea llamado Don Baratón, ploteamos la posibilidad de poner a la Poquianx en un programa de TV Aztecota sobre consejos para el hogar y decoración sin desfalcarse en el intento, terminamos en el Videodromo, donde seleccionamos unas pelis para verlas en casa de Florecita, adquirimos un par de simpaticadas y, armados de cine y de comida, nos dispusimos a degustar de la tarde, que también tuvo algo de soporte técnico y de Ewoks.
Fueron tantas películas, tantas impresiones, que tengo que demenuzarlas poco a poco, querido diario, a fin de no abrumarte con mis sentidos abarrotados de placer. Empiezo con la que me inspira odio, por ser éste el sentimiento que me impulsa en la vida.
La película tenía varios nombres: según el distribuidor, se llamaba "Buscando el amor"; según el productor gringo, se llamaba " In the Mood for Love"; según el director, la cinta se llama "Fa yeung nin wa"; según tu servidor, "De chinos perdedores enamorados de las baladas románticas mexicanas de los años cincuenta, interpretadas por gringos enamorados del México de los años cincuenta."
Tenemos en el fondo a Natalio Reyes Colas (Nat King Cole) cantando "quizá, quizá, quizá", tenemos una escena amontonada, metáfora de la vida rutinaria matrimonial de clase media china en los años 50, donde al parecer, era común esos apartamentos tipo casa de húespedes, donde el inquilino tenía su propio espacio, pero la cocina era algo comunal, dividido por una puerta (como aqui, en donde hay departamentos conjuntos, compartiendo un mismo baño =guac=).
El fulano tiene su esposa, la fulana tiene su esposo; fulano y fulana tienen trabajos en oficinas "bien interesantes" (y encerradas) ; fulana es la sacretaria que tapa a su jefe para que éste pueda salir con su novia sin el inconveniente de su esposa; fulano y fulana se conocen en la cocina comunal, se simpatizan en la esquina de los noodles (así como la esquina de las quesadillas, pero con fideos chinos); fulano empieza a sospechar que su esposa le canta la del "venao" en su jeta, fulana comienza a pensar lo mismo. Fulana, por casualidad, descubre que su esposo la engaña con la esposa de fulano. Fulana sufre horrores.
Un día, en la esquina de los noodles, fulano y fulana empiezan a sopesar sus mutuas soledades; fulano y fulana comienzan a ir al cafecito y terminan, uno frente al otro, aceptando lo que por sí solitos no pueden: que son los esposos engañados, asunto que empeora fulana al contarle sus sospechas sobre la cercanía de los sanchos. Empiezan una relación de amistad y de mutuo solapamiento, donde se trata de engañar a sus infieles consortes de la manera más pendeja: en vez de compartir la cama, comparten la rutina diaria y los pequeños caprichos que los consortes ya no complementan, ensayan juntos lo que le dirían a sus consortes si tuvieran tantito valor para aceptar que les han visto la cara, lloran del sufrimiento, porque incluso el ensayo de las preguntas es muy cruel para su frágil carácter.
Fulana come la comida condimentada, porque a fulano le hace pensar que sigue comiendo con su esposa; fulana apoya incondicionalmente a fulano cuando éste deja su trabajo para convertirse en escritor de novelas de artes marciales (la afición de ambos); fulano renta un departamento para poder escribir a solas (y para poder "engañar" a sus infieles consortes sin ser descubiertos); en el departamento escribe uno, teje la otra, se platican sus obsesiones y comen juntos. Se enamoran como a ellos les gusta el enamoramiento. No soportan este tipo de "infidelidad" tan hipócrita y se separan. El reto de la película es igual de patética. ¿Se besan alguna vez, se entregan el uno al otro alguna vez, se confiesan su amor alguna vez?
NO.
Todo aquel que se sienta identificado al leeerte, querido diario, que tenga el humor para ver tamaña chabacanería y se atreva a ver más detalles patéticos y que ya me dan harta hueva relatar, son libres de ir a buscarla. Recomendación: un cafecito bien cargado durante la función, corren el riesgo de quedarse dormidos y de soñar el final lógico: donde uno de los 2 se le quita la tibieza y se aman con locura.
Mi blog os dejo, mi blog os doy.
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Atte.
El Hijo de Nadie
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