miércoles, mayo 24, 2006

= Crónica de un caldo pistolero =


El soundtrack de tu vida fue: Outlaws - (Ghost) Riders in the Sky (Ghost Riders, 1980)


Querido diario:

La memoria me castiga durante la preparación de un arroz a la poblana: lo recuerdo claramente como si fuera ayer.

Me encontraba con mi banda de intrépidas suricatas en los afamados Caldos de Polanco, disfrutando de un rico caldo de pollo con sus mollejas, su cebolla, su perejil y su chile piquín, para sopesar la gripa de uno de los tres.

El lugar estaba como siempre: a reventar de clientela, familias judias y otros especímenes, cuando escuchamos el sonido de ruedas plásticas, el tintineo de unas pulseras y el talante sonido metálico de botas con facsímiles de espuelas.

Entraban al establecimiento una señora con mas pulseras que la tigresa, la cual empujaba una carreola y se encontraba acompañada de un individuo de bigote tupido, lentes metálicos, chaleco de cuero con camisa de mezclilla, pantalones vaqueros color caqui, botas de piel de culebra piteada con sus portaespuelas bien pulidos y tremendo pistolón calibre .44 en tonos plateados que descansaba en su funda, colgada a la cadera.

Como ya no estamos en la época de los territorios recién colonizados, fue creciendo lentamente la tensa calma entre los comensales: a nadie le gusta comer junto a un tipo armado.

El individuo actuaba como si hubiese salido del Libro Vaquero: acento ranchero, hablaba en voz alta y golpeada, excesiva gesticulación y una mala leche que se contagiaba a la redonda. Quizá lo que tenía en constante tensión a todos los comensales era el chocar de la pistola con la barra metálica de la silla.

Clang-pide dos caldos de pierna con muslo y 5 sopes con pollo, clang-se vuelve a su esposa, clang-gesticula en el aire, clang-se voltea para pedir dos sangrías, clang- le da espacio al mesero de servir los caldos, clang-se sirve cebolla, clang-pregunta por los refrescos que pidió, clang-se los pasan, clang-alcanza el refresco a su esposa, clang-pide chile piquín, clang, clang, clang, clang, clang.

Como a las ochenta y cinco veces, su esposa le dice calmada, pero firmemente: Migueel.

Se para, se desabrocha la pistolera y se la cambia de lado. Plaf-choca la pistolera en su pierna izquierda, donde queda a la vista de todos.

Una niña se acerca y le pregunta a Miguel, mientras señala a su costado: ¿es de a deveras?.
Ante la respuesta afirmativa del hombre marlboro, la madre se acerca pidíendole a su hija que "no moleste al señor", con una cara de visible espanto que mas bien dice "no le dispare a la niña". La inocente le hace otra pregunta: ¿porqué la traes puesta?, y la respuesta hace que mas de uno se lleve la mano a la cabezade zapetazo autoinflingido: Soy agente federal.

A un lado de nosotros, un español y sus esposa se arman de valor para cuchichear sobre el asunto, esgrimiendo una serie de cuestionamientos bastante razonables, y secundamos con el pensamiento el más importante: ¿hay necesidad de que traiga su instrumento de trabajo a un restaurante?.

Pagamos la cuenta y nos retiramos con calma absoluta, mientras Miguel encarga otros sopes.

Hasta ganas dan de fumarse un cigarro.


Moraleja: no lleven la chamba a todos lados porque se les ve el hambre, eso ni es.


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Atte.


El Hijo de Nadie.

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