miércoles, mayo 03, 2006

= Desde la oficina con amor =



El Koala - Opa, Yo viaze corra (Rock Rustico de Lomo Ancho, 2006).

Querido diario:

Cuando trabajaba de nueve a nueve en una oficina de una paraestatal de cuyo nombre no quiero acordarme, gozaba de ciertos beneficios-estimulos laborales - aparte de jugoso sueldo que menos impuestos ya no era tan jugoso-:

1.- El café de las once

2.- La ronda de conchas de Bundy

3.- Las carnitas de la quincena

4.- Cumpleaños sorpresa

5.- La hora de videos de Obed

6.- Y por supuesto, la propuesta musical de la semana.

Este último era mi predilecto, porque salían de las bocinas Altec Lansing del mequetrefe en turno las cosas más bizarras jamás concebidas, en donde podiamos contar la opera pop francesa, las baladas románticas marcianas y tecno indú, entre otras beldades.

A tantos años y códigos postales de distancia, es quizá esto último lo que mi alma melómaniaca más extraña y añora.

Es por todo esto y muchas cosas más, que el buen Sr. Duplancher suele deleitarme con aquellas convides que recibe de su entorno laboral, en donde cada colaborador ha resultado especialista en una categoría melódica en particular. Uno de ellos se ha dedicado a explorar los movimientos musicales españoles posmodernos, y es él el autor intelectual de mi ensoñación actual.

En diferentes ocasiones he sostenido que el alma del rock no recide en lo sublime y lo culto, sino en lo étnico y el folklore. Los amados Tacubos son el ejemplo local y explícito de cajón.

Pero es gracias a un gallardo gallego que el merol trasmuta al novísimo movimiento que enarbola el soundtrack del día de hoy.

Contemplad la consagración del Agrorrock con el temerario Koala y su canción el Corral.

Olviden las cadenas, los picos, las mallas púrpuras, los leotardos con estampado de tigre, el arete de pluma y la pintura glitter en los ojos: hoy son necesarias las botas de suela ancha, el overol, el paliacate en la bolsa trasera y la pajilla de yute en la boca para rockear como los campeones.

Todos echen tierra y sudor en sus rostros, llenen sus uñas de mugre y aullen al unisono: apaiiiiii-lloooooo (yeah).

Y es un movimiento flexible: pueden parar el soundtrack y gozar el remix con su sampleo de timbre de la colonia Escandón.




Y ya.

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Atte.

El Hijo de Nadie

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