El soundtrack de tu vida fue: The Killers - When You Were Young (Sam's Town, 2006).
Aprendí el concepto de usurpación de funciones cuando tenía 9 años. Era un festival de la primaria, en el que -por razones que no entiendo - pretendían que los alumnos personificaran la mayor cantidad de figuras históricas posibles. Hice casting para hacer a Benito Juárez cuando llegó con los frailes de chacha; quedé para el papel pero me lo quitaron a última hora porque no era lo suficientemente indígena. Clamé por la sangre de la profesora de segundo, que jugó un papel importante en mi destitución -si alguien está calificado para diagnosticar ardidez en AMLO, soy yo-, pusé mi jetota y me aplasté en un salón mientras entraban los padres de familia.
Ya había comenzado el festival y ví que el niño que iba a interpretar a Agustín Melgar estaba haciendo la danza de los orines, salió corriendo hacia los baños ante la protesta de la maestra de segundo, que se le iba bajando el azúcar con cada paso que el urgido infante daba. Emparejé al susodicho en el baño y me ofrecí a sujetarle boina, capa(¿¿??), espada y rifle para que se desahogara, con malicia me coloqué la boina y me asomé desde la puerta. Cuando despedían a Francisco Márquez y anunciaban a Agustín Melgar ya me terminaba de poner la capa, salí corriendo desde el baño, me trepé de tres zancadas a la tarima, saqué la espada como si estuviera en el recreo y grité: -¡¡¡Yo soy Agustín Melgar!!!.
Aplausos de los padres, mi madre conmocionada -Maria Daniela me hubiera envidiado-, bocas abiertas del alumnado, quijadas en el suelo del personal docente. En mi pequeña intriga, se me había olvidado que no tenía ni puta idea de quien era Agustín Melgar, nunca estudié mi papel. Silencio absoluto, los padres murmuraban, mis compañeros, fúricos, ya me acusaban de conato de sabotaje de festivales, la maestra de segundo atorada en un gesto de enojo, sorpresa y desesperación. Mi maestra favorita le quitó de sus manos el guión, se trepó a mi lado, y me susurró: "Repite después de mi".
Fuimos los precursores del teleprompter.
En esa época, las maestras eran como segundas madres de sus alumnos, nunca nos dejaban caer en desgracia, y nos seguían hasta el infierno o la dirección si era preciso. Como buen hijo ingrato, no me puedo acordar de su nombre.
Acabado el festival y el bochorno, ví al niño al que le había robado su momento triunfal llorando en los brazos de su maestra - la de segundo, que me fulminaba con la mirada-, y fué entonces cuando de bono, conocí el malinchismo real, mientras el niño gritaba entre babas y llanto: -¡¡¡Odio a los mexicanos, quiero a mi tio Willy, quiero irme a California y no volver!!!.
Hace algunos ayeres, hice la afirmación de que los mexicanos tenemos una ideosincracia piruja, hoy reitero y lo sostengo mi palabra.
Antes de que el boom latino-mexicano se diera, era bastante común escuchar y leer referencias peyorativas de nuestra nacionalidad, convirtiendo nuestra siempre mutante problemática nacional en un estigma de ascendencia, casi como si nacer mexicano era un equivalente a volverse un bandolero, un corrupto, un huevón, un cobarde, un violento, un pobre pendejo.
Entonces estaba de moda ser progringo: alabar el american way era equivalencia a dejar el tercer mundo, usar gabacho era como arrancarse los malos modos, el mal gusto y el olor a tamal para aspirar a las praderas de Wisconsin, despreciar lo mexicano era como cortar las cadenas de la mexicanidad y prepararse para ascender a los sueldos en dólares, un mejor modo de vida. Y estos wannaberos normalmente tenian familia en E.U. alcahuetosa que les servía de trampolín migratorio, solían ir a Disneyland, a Miami y a El Paso en todo periodo vacacional, vestir de pants y traer todo artículo de manufactura estadounidense posible para presumir a la indiada.
Durante el sexenio de Salinas estos ánimos se hincharon al máximo y los gringados soñaban con MacDonalds en cada esquina y se veían saltando en dólares sin salir de casa, como "parte del primer mundo", ánimos que se desfondaron durante ese fatídico Diciembre del 94 que todos conocemos.
E.U. no se diga: en algún punto de la historia moderna encontró en nuestro país un lugar para hacer y deshacer al menor costo posible, con la mayor cooperación a la que se podría aspirar y sobretodo, con toda la impunidad del mundo - dicho esto pensando en muchos, muchos ámbitos aparte del turístico-. Desde hace mucho se filman producciones hollywoodenses en México por los bajos costes que representan, ya he mencionado un caso en particular.
El boom de la mexicanomanía -prima fea de la latinomanía- de principios de este siglo atrajo la atención de la gente más fea concebida jamás, de gente simpática, de mucha gente que nada tenía que hacer por acá, pero que tenían mexicanis modé, y de Tarantino.
Muchos buscaron descifrar al México que los erotizaba, en el trayecto trajeron del vuelta al México mágico, y a una que otra estrella fugada, que se lanzaba al estrellato por su mexicanidad.
Y con la exaltación, de repente nos encontramos políticamente correctos y no encontramos un poco achatados en nuestra identidad, porque nos piden el sabor a México, y discretamente nos ponemos a buscar en los bolsillos a ver si todavía anda por ahí.
Mientras buscaba los links en mi blog, encontré un comment de conocida bloggera (les dejo su identidad de adivinanza, en fechas recientes está muy balconeada), que me enclarece todo este eros tanatos:
Carlos Fuentes, panameño-mexicano precursor de la mexicanomanía en el siglo pasado, afirmaba que E.U. -yo diría, que el resto del mundo- nos deslumbra con su fulgor, que nos vemos a través del reflejo extranjero como lo que queremos y no podemos ser. Enrique Krauze, en su libro Textos Heréticos se lo filetea por cursi y atribuye su afirmación a su problema de identidad, como panameño enamorado del México mágico que sus padres y la tele le dibujan, y asegura que en realidad México está ensimismado con los mexicanos, inmerso en sus propios problemas. Aunque he vivido convencido de la visión de Krauze, tengo que reconocer que en cierto modo, ambos tienen razón.
Vivimos ensimismados en nosotros mismos porque no cuesta mucho trabajo dibujarnos tal cual somos, y muchas veces necesitamos que venga un Juan Nadie a recordarnos lo hermosos que somos por aqui haber nacido. A veces, los mexicanos no merecemos a México, del que renegamos y al que besamos según nos acomoda. Algunos nos vamos y venimos si así nos aplauden más, mientras en la sombra están los que se van por motivos de necesidad o que van a estudiar/trabajar a otros lares y son ellos los que siempre añoran a la patria, a la que intentan dibujar en su nuevo hogar, por la que preguntan todos los días, sobre la que han perdido sus derechos por abandono y que nos ven desde donde están con desaprobación y tristeza, pues seguimos deteriorándonos y mutando en algo todavía más feo.
Entonces viene un ojete y nos pinta de esta manera; no puedo mas que reirme, primero porque sé perfectamente que asi no somos, pero sobre todo, porque es lo que todo el tiempo tememos estar mostrando al mundo, por nuestra nacionalidad bulímica que siempre se ve al espejo y se siente chaparra, prieta e ignorante.
Luego vienen The Killers, y hacen esto.Ya había comenzado el festival y ví que el niño que iba a interpretar a Agustín Melgar estaba haciendo la danza de los orines, salió corriendo hacia los baños ante la protesta de la maestra de segundo, que se le iba bajando el azúcar con cada paso que el urgido infante daba. Emparejé al susodicho en el baño y me ofrecí a sujetarle boina, capa(¿¿??), espada y rifle para que se desahogara, con malicia me coloqué la boina y me asomé desde la puerta. Cuando despedían a Francisco Márquez y anunciaban a Agustín Melgar ya me terminaba de poner la capa, salí corriendo desde el baño, me trepé de tres zancadas a la tarima, saqué la espada como si estuviera en el recreo y grité: -¡¡¡Yo soy Agustín Melgar!!!.
Aplausos de los padres, mi madre conmocionada -Maria Daniela me hubiera envidiado-, bocas abiertas del alumnado, quijadas en el suelo del personal docente. En mi pequeña intriga, se me había olvidado que no tenía ni puta idea de quien era Agustín Melgar, nunca estudié mi papel. Silencio absoluto, los padres murmuraban, mis compañeros, fúricos, ya me acusaban de conato de sabotaje de festivales, la maestra de segundo atorada en un gesto de enojo, sorpresa y desesperación. Mi maestra favorita le quitó de sus manos el guión, se trepó a mi lado, y me susurró: "Repite después de mi".
Fuimos los precursores del teleprompter.
En esa época, las maestras eran como segundas madres de sus alumnos, nunca nos dejaban caer en desgracia, y nos seguían hasta el infierno o la dirección si era preciso. Como buen hijo ingrato, no me puedo acordar de su nombre.
Acabado el festival y el bochorno, ví al niño al que le había robado su momento triunfal llorando en los brazos de su maestra - la de segundo, que me fulminaba con la mirada-, y fué entonces cuando de bono, conocí el malinchismo real, mientras el niño gritaba entre babas y llanto: -¡¡¡Odio a los mexicanos, quiero a mi tio Willy, quiero irme a California y no volver!!!.
Hace algunos ayeres, hice la afirmación de que los mexicanos tenemos una ideosincracia piruja, hoy reitero y lo sostengo mi palabra.
Antes de que el boom latino-mexicano se diera, era bastante común escuchar y leer referencias peyorativas de nuestra nacionalidad, convirtiendo nuestra siempre mutante problemática nacional en un estigma de ascendencia, casi como si nacer mexicano era un equivalente a volverse un bandolero, un corrupto, un huevón, un cobarde, un violento, un pobre pendejo.
Entonces estaba de moda ser progringo: alabar el american way era equivalencia a dejar el tercer mundo, usar gabacho era como arrancarse los malos modos, el mal gusto y el olor a tamal para aspirar a las praderas de Wisconsin, despreciar lo mexicano era como cortar las cadenas de la mexicanidad y prepararse para ascender a los sueldos en dólares, un mejor modo de vida. Y estos wannaberos normalmente tenian familia en E.U. alcahuetosa que les servía de trampolín migratorio, solían ir a Disneyland, a Miami y a El Paso en todo periodo vacacional, vestir de pants y traer todo artículo de manufactura estadounidense posible para presumir a la indiada.
Durante el sexenio de Salinas estos ánimos se hincharon al máximo y los gringados soñaban con MacDonalds en cada esquina y se veían saltando en dólares sin salir de casa, como "parte del primer mundo", ánimos que se desfondaron durante ese fatídico Diciembre del 94 que todos conocemos.
E.U. no se diga: en algún punto de la historia moderna encontró en nuestro país un lugar para hacer y deshacer al menor costo posible, con la mayor cooperación a la que se podría aspirar y sobretodo, con toda la impunidad del mundo - dicho esto pensando en muchos, muchos ámbitos aparte del turístico-. Desde hace mucho se filman producciones hollywoodenses en México por los bajos costes que representan, ya he mencionado un caso en particular.
El boom de la mexicanomanía -prima fea de la latinomanía- de principios de este siglo atrajo la atención de la gente más fea concebida jamás, de gente simpática, de mucha gente que nada tenía que hacer por acá, pero que tenían mexicanis modé, y de Tarantino.
Muchos buscaron descifrar al México que los erotizaba, en el trayecto trajeron del vuelta al México mágico, y a una que otra estrella fugada, que se lanzaba al estrellato por su mexicanidad.
Y con la exaltación, de repente nos encontramos políticamente correctos y no encontramos un poco achatados en nuestra identidad, porque nos piden el sabor a México, y discretamente nos ponemos a buscar en los bolsillos a ver si todavía anda por ahí.
Es un tormento que te guste algo que-a-todo-mundo-le-gusta. Es que ya no sabes ni qué pensar. Desde tu lecho de pretensión, dices: ps es que si le gusta a todo mundo, he de ser pendejo (porque todos sabemos que todo mundo es pendejo). ¿Y mi estatus? ¿Ónde quedó mi estatus, eh? ¿EH?
Por ejemplo: La pesadilla de antes de navidá, o Pink Floyd. ¡O García Márquez! Yo ya no sé qué pensar de García Márquez. Mi capacidad de juicio se esfumó esta semana a la hora de hacer reseña publicable pa' las putas tristes. ¿Me gusta, no me gusta? ¿Es bueno, o malo, o ni bueno ni malo sino todo lo contrario? ¿Quién soy yo para criticar premios nóbeles? ¿Y el premio nóbel, ps qué pedo, si hasta la Rigoberta Dark se lo ganó? Y mucha la confusión.
Carlos Fuentes, panameño-mexicano precursor de la mexicanomanía en el siglo pasado, afirmaba que E.U. -yo diría, que el resto del mundo- nos deslumbra con su fulgor, que nos vemos a través del reflejo extranjero como lo que queremos y no podemos ser. Enrique Krauze, en su libro Textos Heréticos se lo filetea por cursi y atribuye su afirmación a su problema de identidad, como panameño enamorado del México mágico que sus padres y la tele le dibujan, y asegura que en realidad México está ensimismado con los mexicanos, inmerso en sus propios problemas. Aunque he vivido convencido de la visión de Krauze, tengo que reconocer que en cierto modo, ambos tienen razón.
Vivimos ensimismados en nosotros mismos porque no cuesta mucho trabajo dibujarnos tal cual somos, y muchas veces necesitamos que venga un Juan Nadie a recordarnos lo hermosos que somos por aqui haber nacido. A veces, los mexicanos no merecemos a México, del que renegamos y al que besamos según nos acomoda. Algunos nos vamos y venimos si así nos aplauden más, mientras en la sombra están los que se van por motivos de necesidad o que van a estudiar/trabajar a otros lares y son ellos los que siempre añoran a la patria, a la que intentan dibujar en su nuevo hogar, por la que preguntan todos los días, sobre la que han perdido sus derechos por abandono y que nos ven desde donde están con desaprobación y tristeza, pues seguimos deteriorándonos y mutando en algo todavía más feo.
Entonces viene un ojete y nos pinta de esta manera; no puedo mas que reirme, primero porque sé perfectamente que asi no somos, pero sobre todo, porque es lo que todo el tiempo tememos estar mostrando al mundo, por nuestra nacionalidad bulímica que siempre se ve al espejo y se siente chaparra, prieta e ignorante.
Y lloro, porque un perfecto extraño nos dibuja esplendorosos como somos, y no lo merecemos.
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Atte
El Hijo de Nadie.
8 comentarios:
caray. no vi el vidio.
pero caray... sabernos bellos y voltear, no hace falta salir para añorar ese méxico porque sabemos que está allí pero como enterrado, casi es la pirámide misma que sacan de abajo de una iglesia, ese es nuestro méxico, escondido y en potencia, bello, por supuesto, pero invisible, porque nosotros también estamos enterrados.
Me gustó este post, efectivamente, esa imagen es la que más circula sobre los mexicanos, una de ellas, la cual, no me gusta nadititita, es aquella del rancherito sentado y recargándose en un nopal... su sombrero es tan grande que ni la cara se le ve. El punto es... por qué agachados? Por qué reprimidos?... Yo que recuerde jamás he bajado la cara ante mi nacionalidad, al contrario!!!
Te mando un abrazo electromagnético y un jalón de orejas por andar usurpando personajes!!
Bexox!!
Pd: No hay nada más deprimente que aquellos que en cuanto regresan de un largo viaje por las Europas o Estados Unidos generalmente... suelen poner como nick estupideces alardeando venir de lugares muy "acá" y que regresar al país parecería ser retrograda, en fin, supe de alguna a la cual la criticó equis personaje innombrable... por lo mismo que comento, lo curioso ocurrió cuando el innombrable regresó de su viaje... ocurrió lo mismo con su nick. Cuanta estupidez, es bueno hacer la critica, claro, contra ello nada, pero es terrible hacerlo desde la comodidad de la pinche casa. (peor aún oficina y que les paguen...)
por ahi yo tengo un post donde critico suavemente, si, suavemente, lo hago con fuerza cuando estoy enfrascada en alguna discusión, a EU y me gusta hacerlo... te diré algo y no me avergüenzo de ello, soy malinchista, y realmente, o sea, en todo su sentido, me fascina España y quiero vivir allá, pero no me avergüenzo de mi país, me gusta muchísimo y si se trata de defenderlo, saco mis garras... bueno, a veces me da mucha hueva pero otras no.
México no se enterró solo.. sus habitantes lo hacen/hacemos y hacen tan grande el pozo que nos quedamos atascados allí.
[esto no viene al caso pero me desespera mucho la letra taaan pequeñita de tu blog...]
pff... nunca vi completa The Shining, lo haré... ya tengo muchas que ver.
ya es hora de ponerte en mis links
saludos!
que qué?
Yo AMO a Gabriel García Márquez!!
al menos lo leo... sabemos que muchos mexicanos ni lo intentan
no mames, estoy enamorada de tu template.
tsss... no recuerdo haberte comentado antes, pero este post se lo merece 100%
solo te puedo decir; APLAUSOS
(la palabra verificadora, ironica; oiufr)
aaah pero que pendejaaa!! el primer "anónimo" soy yo.. el segundo.. pues ni idea que no me gusta mucho garcia márquez...
gracias por mandarme a ver una pelicula cursi en la que un personaje cursi en una situación cursi me explicó a la perfección las cosas del desamor. besos.
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