viernes, abril 21, 2006

= Cuando fui el Che Guanabana =

El soundtrack de tu vida fue: The Dead Poets - Goodbye.


Querido diario:

Seguramente ya te habrás dado cuenta que ahorita ando escarbando entre mis cosas para brindar orden, limpieza y Feng Shui en mi habitat. Aparte de que el espacio físico disponible se ha incrementado de manera considerable, me he encontrado con cosas de mi pasado que me condenan, pero que generan tal apego emocional que le doy en la torre a todo el proceso de depuración, pues de repente ya no quiero tirar nada. Como esta cosa que me encontré entre Capulinitas, Andanzas de Aniceto y una camisa con 500,000 botones color gris de los años ochenta.

Sucedió que, hubo una vez en que mi madre tuvo la genial idea de "hacerme cambiar de aires", pues consideraba que su vástago se estaba volviendo demasiado remilgoso y modosito para ese futuro medio chundo pero exitoso que me auguraba. Y que me suscribe a un curso de verano de esta joya de institución con el dolor de la fuerza obrera en el nombre y con el olor de la raza cósmica en todo sus esplendor; este finísimo lugar que se localiza en las calles de Marina Nacional, en dirección a Aquiles Serdán-Mariano Escobedo, junto a una gasolinera.

No es que me declare clase media -mamona- ni mucho menos, querido diario: es este asunto de que toda mi infancia, la familia Enriquez mitad tenían idea de lo que hacían conmigo, mitad estábamos perdidos. Y este caso era un claro ejemplo de lo segundo.

El saldo final: mi primera visita escolar a la Marinela, la primera vez que jugué cascarita, la primera vez que me partieron la jeta, la primera vez que se la partí a alguien sin quedarme con ganas y resoplando como toro, y la primera vez que me pegaron una enfermedad infecto contagiosa: la varicela. el resto de las vacaciones inmóvil, con fiebre y el estómago revuelto.

Gracias, madre.


Y ya que los tengo profundamente conmovidos, pasemos a otros asuntos: desde hace días he tratado de rescatar una joya del a literatura contemporánea, inédita y perdida en el vaivén que es la vida de Nadie. Nomás que como no se me da mucho esto de la poesía y la prosa, todo el esfuerzo deviene en un catálogo de adjetivos e insultos. Es por ello que pienso someterla a consideración del verdadero autor, a fin de que haga las correcciones y aumentos correspondientes.

Como me tiene podrido esto de no poder comentar en los blogs Myspace, me vi en la penosa necesidad de abir uno, aqui el link.

Y ya, vayan por su helado de piñon porque este calor sarnoso no tiene para cuándo acabarse.


Prrrt.


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Atte.

El Hijo de Nadie

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