sábado, marzo 22, 2014

= Mi amigo, "El Colosio" =


El soundtrack de tu vida fue:  Toad The Wet Sprocket - Walk on The Ocean





Monumento a Luis Donaldo Colosio. Fuente: Wikipedia.


En 1994 ocurrieron muchos momentos que definen nuestra moderna realidad, vi una oportunidad de cambio morir y comenzó una de las relaciones más duraderas de mi existencia.




Somos el lugar que escogemos para sentarnos el primer día de clases.

Esto tiene cierta relevancia, porque la gente que frecuentamos en ese primer año es la que usualmente nos acompaña por el resto del nivel o de nuestra permanencia en esa escuela.

Resulta ser que yo siempre he sido la excepción a esa regla no escrita.

Desde que tengo memoria, fui siempre de relaciones sociales e interpersonales muy endebles; en el caso de la vida escolar, podía mantener la asociación con el salón en el que me ubicaban para estudiar, pero nunca tuve sentido de pertenencia con ninguno de los grupos que se formaban, aunque siempre me llevé bien con todo mundo, más no me "llevaba" con cualquiera (hay niveles, chavos).

Mientras fui niño nunca terminé de amoldar en ninguna "palomilla", nunca fui el adjetivo de ninguna banda, nunca tuve un "mejor amigo"; a pesar de que hubo 2 que 3 niñas y niños que alguna vez me tuvieron esa consideración; hasta la fecha, aún siento algo de culpa por no hacerles aclaración alguna, pero nunca quise lastimar los sentimientos de alguien que me caía bien, y que me tenía en tan alta estima.

Luego, pasé los años más raros e indeseables de mi existencia: la secundaria.

Venía de ese capítulo escolar con una profunda cruda emocional que me ponía en una posición tanto vulnerable, y estaba muy a la defensiva.

No me sentía deprimido, pero si sentía cierto disconfort por lo recientemente vivido.

En esas andaba cuando entré a estudiar a la preparatoria.





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En 1993, en México había pasado cerca de 70 años de gobierno ininterrumpido bajo la "tutela" de la Revolución Institucional, y estábamos en el crepúsculo de la más reciente presidencia imperial: Carlos Salinas de Gortari estaba terminando su mandato.

El México salinista nuevamente vuelve a coquetear con una noción de pertenencia mundial, siempre a través de la ventana predilecta para estos menesteres -Estados Unidos-; mientras en Europa se está gestando la zona euro, en México se ha firmado el Tratado de Libre Comercio, lo que pone fin al pujante comercio de la fayuca, los aranceles se venían desplomando y poco a poco comenzamos a percibir cierto emparejamiento económico y social (no muy diferente al actual y muy cacareado Mexican Moment) y una accesibilidad a un estilo de vida que, ya infatuados, se nos figuraba un acercamiento al llamado primer mundo (EU), para salir del tercer mundo (Latinoamérica y sus primas feas).

En resumen, México andaba muy pretensioso en esos días.

En el México de los noventa la noción popular de la política es algo que no se analiza con las palabras, sino que se aprecia con el regurgitar de las vísceras, que se parece mucho al acto de chupar un dedo y levantarlo al firmamento, para ver de dónde vienen las ideas políticas. 

Aún no nace la excipiente democracia mexicana, y la oposición política está en sus años maravillosos: desde su indignado y "protestante" púlpito han tejido durante años el cuadro dramático y lacrimoso sobre el gobierno y la Revolución Institucional que, años mas tarde, serviría para negarnos a nuestras raíces negras, con fatídicos resultados.

A pesar de esta efervescencia "ideológica" y militante, es dentro de la Revolución Institucional donde nace el nuevo suspiro de la esperanza para este país, hambriento de caudillos y de líderes, de figuras fantásticas que nos libren de la tentación y nos saquen de esa noción derrotista y agachada en la que hemos nacido, como pobrecitos limantoures que nunca pueden lograr la felicidad.




Luis Donaldo Colosio Murrieta. Fuente: link.



Luis Donaldo Colosio no se parecía a ninguno de los políticos tremebundos, cejones, malencarados y aplatanados que normalmente aparecían sexenio con sexenio en el destape ceremónico. Siendo Salinas un presidente mas bien joven, Luis Donaldo parecía el mejor rostro para esa continuidad: Un hombre de trato franco, de voz clara y apasionada, llegaba y declamaba a los oídos de los mexicanos con un discurso completamente opuesto al priismo ideal estándar: concreto, muy bien artículado, aterrizado, pero terriblemente esperanzador.




John F. Kennedy. Fuente: link.


Con lo mucho que nos gustan las analogías en este país, no faltaba quien lo considerara nuestro John F. Kennedy de petatiux, y apropos de nuestro dulce sueño aspiracional, los vientos del cambio finalmente se sentían en el ánimo social.





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Era tal el furor de este nuevo "delfín-chulada-de-maíz prieto", que hasta el nombre estaba presente en la mente de unos imberbes y desmadrosos estudiantes de una preparatoria en el DF -incorporada a la UNAM-, que se encontraban platicando de política sin entrar en la clásica alharaca de ideologías, mitos, ocurrencias que pasan por hechos y la muletilla por excelencia: el pesimismo.

Como si tuviese pulgas en la cola, no dejaba de cambiarme de asiento; aún no hallaba dónde pasar el primer año y andaba tentando las aguas en todos los sectores del salón.

Mientras luchaba con la ansiedad juvenil y en lo que no me hallaba, ocurrió que tuve uno de esos momentos de honestidad brutal con un profesor, hecho que hizo reír a uno de mis compañeros.

No presentamos: tenía un carácter afable, mas tranquilo y relajado que el resto de nosotros.

No hacía el intento por hacer plática artificial, lo cual me resultaba cómodo. Muy propio, pero al mismo tiempo cordial, instintivamente inspiraba confianza. Era poseedor de una dicotomía muy extraña: era inteligente, mas no era pedante; al momento de hablar era práctico, se notaba un acento ligeramente popular, de barrio, pero con un dominio de la palabra envidiable.

Se daba a explicar calmadamente, pero al momento de exponer era apasionado: no temía decir lo que pensaba, mas nunca perdía la compostura, y sabía aprovechar lo que decía la gente que lo interpelaba, logrando algo muy complicado para esta época y este nivel escolar: un mutuo entendimiento.

Un ocurrente -que también pecaba de buen observador-, encontró cierta similitud, y se le ocurrió ponerle de apodo "El Colosio".

Las risas fueron iminentes, así como las burlas y los arremedos que, paradójicamente, eran en realidad imitaciones del estilo discursivo priista: voz engolada, pausas soporíferas, retórica grandilocuente y gesticulación torpe y engarrotada.

Ocurrió que El Colosio, ya en confianza, nos mostró otro de sus talentos: era un excelente imitador. A manera de clase, nos enseñó las diferencias entre el discurso y el modo de hablar de Salinas de Gortari y Cuauhtémoc Cárdenas, acto seguido comenzó a imitar a los maestros, terminando de cautivar a propios y extraños.

Tanto sus acciones como su mote crearon una noción de respeto a su persona: en él veíamos reflejado algo que inspiraba lo mejor en aquellos que lo frecuentábamos, y que al mismo tiempo era tan mundano y terrenal; tenía un sentido de la responsabilidad que nunca chocaba con su capacidad para divertirse.

Con El Colosio podíamos sentarnos a estudiar o ir a las maquinitas y pasar hora y media en franca vagancia; ir a los trabajos de campo, cumplir con la asignación y aprovechar el tiempo explorando.



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Era 1994, y mientras nuestro querido profesor Isidro Durán Keb hacía el esfuerzo por enseñarnos Historia, pensamiento crítico y algo más, el nuevo grupo que se formó alrededor de El Colosio comenzó a experimentar con toda suerte de entretenimientos.


A falta de las aguas locas, choking games y todas las demás linduras que existen hoy, un miércoles 23 de marzo de 1994, El Colosio se soltó la greña: llevando la muda de ropa adecuada, terminando las clases nos fuimos todos a un deportivo a jugar basket. 


A pesar de su confesa torpeza para los deportes, tanto El Colosio como yo terminamos anotando más canastas que el macho alfa residente, que ante las payasadas y el providencial tino de chiripa que traíamos, gritaba exasperadamente y le daba el soponcio.

Regresando a mi casa me dí un baño con agua caliente, y en mi cuarto, al prender la tele se desató la histeria.

Reportes confusos, indignación, una noticia que se repetía una y otra vez: Lomas Taurinas, atentado, Luis Donaldo Colosio.

Cada momento iba subiendo en la escala surreal: la persona en el sitio no era unos de los rostros habituales de las noticias, sino Talina Fernandez, la señora de voz grave que salía en los programas para el hogar que le gustan tanto a Lucyfer.

La propia Lucyfer entraba de empellón a mi cuarto con voz alarmada (hasta la fecha tiene esa mala costumbre), y olvidando lo que iba a decir sólo alcanzó a decir: "¿es esa Talina Fernández?".

Tumefacto por el calor, el pelo mojado se me secó mientras veía la vorágine de confusión que devoraba a este país.

Cuando finalmente fue declarado muerto, sentí que algo había cambiado: ese día algo muy importante se había perdido, aunque por la edad y la entonces falta de interés por la política, no lograba dimensionar del todo.



Era una extraña melancolía la que me acompañó esa mañana a clases. 

Saludé a El Colosio, me senté y esperamos, inútilmente, la primera clase. El ocurrente llegó, se sentó en su lugar, volteó mirando extrañado y dijo: 

-Ah, caray, ¿pues no que estabas muerto?

Soltamos las carcajadas. Seguimos riendo y jugando con la idea: "es que es inmortal", "es que era su doble el que se tronaron", ".para mí que sólo era para faltar a clases".

Alguien dijo "que bueno que no estás muerto", y las risas se desvanecieron. 

La broma se había acabado.




- ✝ -


Durante 20 años Luis Donaldo Colosio se ha convertido en el santo patrono de nuestro panteón mitológico-político, y cada aniversario luctuoso es inútilmente desperdiciado entre el falso duelo y en vislumbres del México que hubiera sido si Colosio hubiese llegado a la presidencia.

No perdemos oportunidad para llenarnos la boca con su nombre: elaboramos las acostumbradas teorías conspiracionales, leemos reflexiones de analistas, escuchamos testimonios, doramos la píldora de los trágicos sucesos posteriores a su muerte, le entramos sabroso a la pantomima farisea y rasgamos nuestras vestimentas mientras seguimos echando inmundicias en la memoria de un buen hombre, que no tuvo la oportunidad de crearse la leyenda que le confeccionamos.

A la vuelta de los años, la analogía Luis Donaldo Colosio - John F. Kennedy es mucho más estrecha de lo que nos gustaría admitir, no sólo por el simbolismo y el culto al personaje, sino por la vergüenza y el silencio que rodean sus asesinatos.

Cualquier oportunidad de encarecimiento o cierre ha pasado a segundo plano: importa el mártir y la figura, no el atentado, no el encubrimiento, no los culpables, no la verdad.

El asesinato de Lomas Taurinas es el evento que probablemente puso fin a 70 años de gobierno de la Revolución Institucional, y es una pena decir que no hemos prosperado mucho desde entonces. 

Lo preocupante, es caer en la cuenta que no existe la confianza en los órganos de procuración de justicia ni la imparcialidad para administrar justicia en este país, y que probablemente la impunidad ya no es cruz de un partido, sino un problema cultural que tendremos que resolver los particulares, pues los gobiernos en turno hacen lo que sus intereses mandan.

El Colosio, me ha honrado durante 21 años como amigo.

No es adulación decir que mi vida es mucho mejor desde que él forma parte de ella, tampoco sobra decir que su presencia me ha convertido en una mejor persona.

Mi concepción del mundo se ha visto infinitamente enriquecida por su influencia, y he compartido algunos de los momentos más memorables en su compañía, y la de su esposa, los cuales forman parte de mi familia, por la legitimidad que nos dan los sentimientos.


El Colosio se ha convertido en un hombre admirable, que sigue generando una diferencia importante, benéfica en todo aquel que ha tenido el placer de conocerlo. 


Tal vez si dejáramos de rondar los cadáveres de los grandes postergados del pasado, y volteáramos a ver a las mujeres y los hombres que hoy están trabajando -determinante o modestamente- por hacer de este lugar un lugar digno para vivir, tal vez caigamos en la cuenta que la grandeza que buscamos en la memoria de hombres como Luis Donaldo Colosio no es inherente de una persona, es una opción posible y real para todos nosotros.


Es entonces, que me surge la única pregunta pertinente en esta fecha: por nosotros mismos ¿hasta dónde queremos llegar hoy?


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Atte.


El hijo de Nadie



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