viernes, enero 24, 2014

=Cápsula del tiempo II: Falsa semblanza de Alma Muriel =


El soundtrack de tu vida fue: Lucía Mendez - Un alma en pena



Pasé años sin pensar en Alma Muriel, antes de encontrarme con este anuncio en una revista amarillenta en la tercera de forros:





Durante muchos años esta actriz interpretó el papel de Juana I de Castilla, o Juana la Loca, en la puesta en escena Falsa crónica de Juana la Loca de Miguel Sabido, que promociona este anuncio que data de mediados de los ochenta.

En la época recuerdo haber visto y escuchado de manera insistente en todos los medios locales la presentación de esta obra, de la cual me arrepiento de nunca haber ido a verla.







Alma Muriel nació en la Ciudad de México, 20 de octubre de 1951. Su carrera comenzó  durante los sesenta como modelo con 16 años cumplidos, y para finales de esta década debutó en el cine con la película Lío de faldas (1969).


Ella pertenece a la generación de actrices y actores de mediados de los setenta y principios de los ochenta, de donde surgieron muchos notables como Ana Martin, Gonzalo Vega, José Alonso, Héctor Suárez padre (que tiene un repertorio notable en esta época), Isela Vega, un ya adulto Roberto Cobo -que en estos años protagonizaría una de las mejores películas de Arturo Ripstein: El rincón sin límites (1978)-, entre muchos otros.

Este momento mágico de la actuación en México se distingue por la aparición de películas y puestas en escena de obras que retrataron algunos de los temas tabúes de la sociedad mexicana, que pusieron en escena al barrio bravo y las zonas marginales, que colocaron en los protagónicos a una clase trabajadora sin maquillaje ni falsos romanticismos,  y que retrataron con fidelidad la modernidad y la decadencia.

Muchas de estas joyas vinieron a resquebrajar las nociones del México tradicionalista y conservador, y que pusieron en la mente de una generación ideas como la equidad de género, que lamentablemente tardaron casi 15 años en cuajar en la sociedad.

No sólo es notable su participación en cine y teatro, también incursionó con mucho éxito como villana de telenovelas, de las cuales la única que me interesa mencionar es esa joya kitsch llamada El extraño retorno de Diana Salazar, una de las llamadas "superproducciones" de Televisa que vale la pena recordar, primero por combinar un indirecto beneficio didáctico, al permitir dilucidar la época del Virreinato y los años de la Santa Inquisición en la Nueva España al público televidente, y segundo porque la trama no tiene desperdicio: 

Leonor de Santiago (Lucía Méndez) es la hija de un comerciante influyente en la Zacatecas villreinal de 1627, que manifiesta habilidades sobrenaturales. Su rival en amores, Lucrecia Treviño (Alma Muriel) la delata como bruja con la Santa Inquisición, y la queman viva en una plaza; por azares del destino, también se truenan al interés romántico de las dos por herejía. Desolada, Lucrecia se suicida colgándose del cogote. En la "época moderna", Diana Salazar recuerda entre sueños su vida pasada, reencontrándose con su amor y su enemiga, también reencarnados y mejor peinados. Con los sueños se vuelven a manifestar sus habilidades, ahora identificadas como telequinesia.

Ciencia ficción, romance, brujería, pasajes históricos: todo tenía la mentada telenovela.


A continuación enumero una breve filmografía para el lector nuevito/millenial que ni sabe de lo que estoy hablando:


Luna de sangre (1982), Retrato de una mujer casada (1982), D.F./Distrito Federal (1981), Que viva Tepito! (1980), Amor libre (1978), Cuando tejen las arañas (1977), Lo mejor de Teresa (1976), Mecánica nacional (1970), Las chicas malas del padre Méndez (1971), Papá en onda (1970), ¿Porqué nací mujer? (1970)


Aquí les dejo una de las películas que más me gusta de ella: Retrato de una mujer casada, de Alberto Bojórquez (1982)






Empezamos este año más pobres, no por las reformas encajosas del gobierno retro que nos cunde, sino por el fallecimiento de Alma Muriel el 5 de enero.




Nadie hablará de su voz aterciopelada y ligeramente grave cuando hayamos muerto.


O quién sabe: por si acaso, hay que digitalizar su filmografía y aventarla al espacio.





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 Atte.

 El Hijo de Nadie

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